EL CAPITÁN PABLO ARREDONDO ACUÑA

              Artículo publicado en la web EJÉRCITOS.ORG el 12 de febrero de 2017

Muchos han sido los españoles que, con desprecio a su propia vida y anteponiendo los intereses de nuestra Nación, a lo largo de nuestra extensa historia militar han podido llegar a alcanzar la verdadera condición de héroe. Sin duda uno de ellos fue el capitán Don Pablo Arredondo Acuña, y nada menos que doce años antes de que comenzara nuestra última, y más comentada y conocida, Guerra Civil (por tanto, este hombre, para aquellos que todo lo asocian a lo mismo, no tuvo nada que ver con ella). Este Oficial español fue reconocido además con dos Cruces Laureadas de San Fernando, máxima condecoración española que, como sabemos, fue creada en las Cortes de Cádiz para honrar el extraordinario valor de aquellos que acometan acciones excepcionales en campaña. De esta manera, ingresó en ese selecto grupo de Bilaureados españoles, integrado sólo por otros cuatro valerosos militares más.

Pablo Arredondo Acuña nació en el seno de una familia jienense de gran tradición militar, concretamente en la ciudad de Baeza el 8 de enero de 1890. Sus padres fueron el Teniente Coronel de Infantería Don Pablo Arredondo Muñoz-Cobo y Doña María del Rosario Acuña Martínez de Pinillos, hija del entonces Alcalde de Baeza. Cuando tenía tan sólo 9 años, su padre falleció en Sevilla a causa de una enfermedad contraída durante su estancia en la Guerra de Cuba, hecho dramático que influyó sin duda en la forja del carácter maduro, altruista y sacrificado del que hizo gala toda su vida.

Con 18 años recién cumplidos, el joven Pablo ingresó en la Academia de Infantería de Toledo siguiendo los pasos de su padre, de donde salió en el verano de 1911, destinado como Alférez del Batallón de Cazadores de Barbastro número 4, de guarnición en Alcalá de Henares.

Pero antes de cumplirse un año de egresar de la Academia, solicitó ser enviado al frente, a combatir en la Guerra del Rif que prácticamente acaba de estallar en el Protectorado español del Norte de África. De esta forma, el 9 de mayo de 1913 se presentó en Ceuta integrado en el Batallón de Cazadores de Arapiles número 9, con quienes ganaría su primera Laureada de San Fernando apenas un mes más tarde. Exactamente el 11 de junio durante el combate de Laucién, en las cercanías de Tetuán, cuando mientras con todo su Batallón cubrían el tránsito de una Columna mandada por el General Primo de Rivera, fueron atacados por un enemigo muy superior. El Alférez Arredondo, que estaba al mando de la última Sección del despliegue, sin pensárselo dos veces, ordenó calar bayonetas y lanzarse al asalto, para así proteger al resto de sus compañeros. A resultas de esta valerosa acción, el enemigo huyó en desbandada, siendo baja la mayoría de su unidad, entre ellos Arredondo herido por un disparo en la cadera, que le salió por la ingle, quien a pesar de ello pudo volver a Tetuán cojeando y con uno de sus soldados cargado al hombro.

Mientras se recuperaba en cama de esa herida, la cual le había ocasionado la pérdida de un riñón, y tras haber sido ascendido a Teniente por antigüedad, recibió la noticia de que le habían otorgado la Laureada por estos hechos.

Obtenida el alta hospitalaria, a pesar de que aún no estaba recuperado del todo a juicio de los doctores, en el mes de abril de 1914 se incorporó a las Fuerzas Regulares de Tetuán, con quienes participaría en ocho acciones de guerra, obteniendo una Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo.

A finales de 1916 ascendió a Capitán, pasando destinado a la península, donde tras servir en distintos Regimientos de Infantería, fue requerido por el Teniente Coronel Millán-Astray para mandar la 1ª Compañía de la 1ª Bandera del recién fundado Tercio de Extranjeros. Cuentan que Millán-Astray no le costó mucho convencerle tras decirle en una carta: “Arredondo, necesito tu entusiasmo. Te prometo sufrimientos sin fin, estar en primera línea de combate, probablemente la muerte, y también la gloria, si eres capaz de merecerla”.

El Capitán Arredondo llegó al acuartelamiento García Aldave de Ceuta el 1 de octubre de 1920, comenzando con rapidez el complicado adiestramiento de su nueva unidad, compuesta en su mayoría por intrépidos aventureros, ex presidiarios y maleantes que buscaban una nueva vida. Aún así, en abril de 1921 ya estaban listos para realizar sus primeras misiones en las difíciles tierras africanas, teniendo su verdadero bautismo de fuego en la ocupación de la posición de Ait-el-Gaba el 25 de junio.
Cuatro días más tarde, en la Operación llamada de Muñoz Crespo, todo el Tercio se vio envuelto en un brutal ataque de los rifeños, avanzando en cabeza la Compañía del Capitán Arredondo para desalojar de sus posiciones a los insurgentes. Allí sufrió varios balazos en ambas piernas, que le obligaron a seguir mandando el combate a gritos desde el suelo. Una vez terminó todo y pudo ser evacuado, tuvo que ser trasladado a Madrid para ser intervenido con eficacia. Debido a la extrema gravedad de sus heridas, tardó más de dos años en recuperarse, aunque no del todo, ya que se le tuvo que instalar un incómodo aparato ortopédico para poder volver a caminar. Por este motivo fue recomendado para ser pasado al Cuerpo de Inválidos, cosa que al final consiguió evitar, disimulando su cojera, volviéndose a incorporar a la Legión el 23 de julio de 1924.

A lo largo de los meses siguientes, el Capitán Arredondo participó, de nuevo al frente de sus legionarios, en numerosos combates y acciones desesperadas, como la que relató a su madre en una explícita carta: “Después de seis días sin suministro alguno, al final tuvimos que sacrificar al caballo y comérnoslo asado sin pan ni sal. Lo peor es que luego tuvimos que repartir su carga.”

Finalmente, el 19 de noviembre de ese mismo año de 1924, integrados en una columna de marcha que volvía al Zoco de Arbaa bajo un fuerte aguacero, sufrieron una feroz emboscada. Arredondo iba al mando de la 1ª Bandera, y tras ser herido de un tiro en el pecho, tomó el mando de la 1ª Compañía para batir al enemigo mientras el resto de los compañeros de la 1ª Bandera, los de la 6ª y los Regulares de Ceuta se ponían a salvo. Desgraciadamente pronto fueron cercados por tan superior enemigo, muriendo Don Pablo Arredondo Acuña de un segundo balazo. Su cuerpo nunca pudo ser recuperado. Tenía sólo 34 años. Debido a esta acción y a su sacrificio fue condecorado con una Medalla Militar individual y con una segunda Laureada.


Tres años más tarde, el 19 de enero de 1927, por suscripción popular su ciudad natal de Baeza le erigió un monumento en el Paseo del Arca del Agua para perpetuar su memoria. Monumento que fue destruido por una horda intolerante al comienzo de la Guerra Civil española y que hasta el 11 de abril de 2014 no fue reconstruido por el Ayuntamiento en un “acierto de justicia histórica”, tal y como definió el propio Alcalde durante el acto.
 

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