LA INFANTERÍA DE MARINA EN FILIPINAS
Artículo publicado en el Boletín de Infantería de Marina (BIM) nº 29 de julio de 2018
El
archipiélago de las Filipinas, descubierto en el año 1521 por Fernando de
Magallanes y con un asentamiento permanente español desde 1565[1],
es otro de los lugares de este mundo que generosamente ha sido regado con las
sangres y los sudores de muchos Infantes de Marina. Éstas son, muy
resumidamente, algunas historias de nuestros antecesores en aquellas lejanas
tierras.
El capitán Carrión
De los
primeros años de presencia española en Filipinas, el hecho más destacado se
produjo cuando en el año 1580 la guarnición española del entonces Gobernador de
Filipinas Gonzalo de Ronquillo, de no más de 500 soldados, y entre ellos la
Compañía de Infantería de Armada del capitán Juan Pablo Carrión, tuvo que
enfrentarse en varias ocasiones a cientos de piratas japoneses, conocidos como
“wokou”, que desde la isla de Okinawa estaban saqueando las regiones del norte
de Filipinas.
El
combate definitivo se produjo en la playa de Birakaya, donde los japoneses
primero intentaron negociar una rendición pidiendo una indemnización en oro a
cambio de marcharse. Ante la negativa de los españoles, decidieron entonces
atacar con más de 600 “wokou” comandados por guerreros “ronin” (samuráis sin
señor). El escaso centenar de Infantes de la Compañía del capitán Carrión
repelieron con sus picas y arcabuces este asalto, lanzándose luego
agresivamente contra ellos, provocando una huida en la que aquellos que no
conseguían salvarse porque sus armaduras eran más ligeras que las españolas,
eran acuchillados. Después de esta victoria se fundó allí la ciudad de Nueva
Segovia (hoy Lal-lo) y cesó la actividad japonesa en la zona, no volviendo
Japón a atacar las Filipinas hasta bien entrado ya el siglo XX.
La primera campaña de Joló
Entrado
ya el siglo XIX, piratas procedentes de las islas Tonquil, situadas al sur del
archipiélago filipino, en el mar de Joló, solían saquear impunemente las islas
de Samar y Camiguin. Ante la negativa del Sultán de Joló a poner fin a estos
desmanes, en febrero de 1851 el Gobernador español en las Filipinas, el Capitán
General Antonio Urbistondo, creó un contingente para realizar una expedición
militar de castigo. Este contingente estaba formado por Infantes de Marina, artilleros
y nativos de las zonas cercanas, los cuales se alistaron en gran cantidad
deseosos de venganza contra los piratas.
Con
gran resistencia, estas tropas conquistaron ocho fuertes y capturaron 242
piezas de artillería, tras lo cual el Sultán de Joló, humillado y derrotado, se
sometió a la soberanía española, quedando de nuevo bajo el Protectorado español
de Filipinas. Por Real Orden de 15 de agosto de 1851, la Reina Isabel II
autorizó la producción de una medalla para conmemorar esta campaña y premiar a
las fuerzas intervinientes.
El
sargento Lyss
El 27
de agosto de 1861 el sargento de Infantería de Marina Juan Lyss Pensado se
encontraba realizando con su pelotón una patrulla de vigilancia a bordo de una
falúa, cuando divisó tres embarcaciones de piratas malayos a las que obligó a
varar en la isla filipina de Sibagos. Viéndose derrotados los malayos,
saltaron a tierra, consiguiendo que un numeroso grupo de paisanos, que se
encontraban en las cercanías, fueran en su ayuda. Aun así, el pelotón del
sargento Lyss se enfrentó a todos, y cuando emprendieron la huida los persiguió
hasta detener a los piratas, destruyendo sus embarcaciones y apoderándose
incluso de un cañón.
El motín de Cavite
El que
la práctica totalidad de la tropa de Infantería de Marina en Filipinas fuera
indígena trajo fatales consecuencias el 20 de enero de 1872, cuando a las nueve
de la noche, dentro del fuerte de San Felipe de Cavite, unos doscientos
soldados filipinos se amotinaron al grito de “¡muera Castilla y viva la
independencia!”. En sus propios alojamientos fueron asesinados dos capitanes de
Infantería de Marina, así como varios sargentos y cabos peninsulares.
Afortunadamente, el teniente Pozas consiguió protegerse de la agresión y se
atrincheró en el Cuerpo de guardia con algunos leales, consiguiendo que no
cayera todo el fuerte.
A las
seis de la mañana del día siguiente, el capitán de Infantería de Marina
Mayorga, junto con la Sección de Guardias de arsenales del Arsenal de Cavite,
se hicieron con varios cañones de desembarco de los buques que había atracados y
asaltaron la Fortaleza de San Felipe. A ellos también se les unieron las
fuerzas del Regimiento de Infantería del Príncipe número 7 del teniente coronel
del Ejército de Tierra Horacio Sawa. Tras varias horas de lucha, finalmente los
amotinados se rindieron. Como consecuencia del proceso sumarísimo se emitieron
41 condenas a muerte, aunque al final el Capitán General de las Filipinas sólo
ordenó que se fusilaran a trece.[2]
La segunda
campaña de Joló
El día
11 de febrero de 1872 una Escuadra de trece buques españoles, con toda la
Infantería de Marina y marinería disponible en Filipinas, ejecutaron una nueva operación
de castigo en la isla de Joló, que seguía siendo la base principal de la
piratería en el archipiélago. Al amanecer de ese día, tres columnas de
desembarco al mando del teniente coronel de Infantería de Marina Castellani
Marfori desembarcaron en botes, ante un nutrido fuego de fusil. La columna del
teniente Víctor Díaz del Rio, en una decidida maniobra y tras flanquear un
manglar cercano, asaltó las alturas donde se encontraban los piratas, mientras
las otras columnas apoyaban por el fuego desde la propia arena de la playa. Esta
exitosa operación permitió la captura de cantidad de delincuentes y que se
consiguiera erradicar la mayor parte de la piratería de esa zona.
La
revolución independentista filipina
El 23
de agosto de 1896 se produjo en Filipinas el “Grito de Balintawak”, donde los
independentistas tagalos del Katipunán[3]
comenzaron su revolución, iniciándose una verdadera guerra abierta contra
España por todas las islas del archipiélago.
La
batalla más importante de esta guerra fue la de Noveleta, el 10 de noviembre de
1896, cuando una columna española integrada por el Regimiento del Ejército de
Tierra número 73 y dos Batallones de Infantería de Marina, fueron atacados por
numerosos insurgentes tagalos cuando se dirigían de Binacayán a Cavite viejo.
En esta batalla fue condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando el Páter
del 1er Regimiento de Infantería de Marina, el Capellán de 2ª clase Esteban
Porqueras Orga, porque se mantuvo durante todo el combate en primera línea,
proporcionando los auxilios espirituales a los moribundos y la atención
sanitaria a los heridos graves, a los que evacuaba sobre sus propios hombros,
bajo el intenso fuego enemigo, estando él mismo herido en un pie. Ese día la
Infantería de Marina tuvo más de 122 bajas entre muertos y heridos, entre ellos
el teniente coronel Marcelino Muñoz y el comandante Baturone, caídos al frente
de sus Batallones.
A
pesar de esta victoria filipina, la falta de entendimiento entre los líderes insurgentes
y la muerte de Bonifacio, provocó que el 14 de diciembre de 1897 se firmara el
Pacto de Biak-na-Bato, garantizándose la paz en el archipiélago con la
condición de que Aguinaldo se fuera al exilio para siempre.
La
guerra hispano-norteamericana. Padrós, Ristori y Pujales
Cuando
el 25 de abril de 1898, EEUU le declaró la guerra a España tras el estallido en
Cuba del acorazado “USS-Maine”, Aguinaldo regresó de nuevo a las Filipinas para
reanudar su revolución, esta vez con apoyo norteamericano.
A las
cinco y media de la madrugada del día 1 de mayo de 1898, la Escuadra
norteamericana del comodoro Dewey destruyó, frente al Arsenal de Cavite, a la Flota
española del contralmirante Montojo, formada por siete viejos cruceros y
algunos anticuados cañoneros y guardacostas. Tras esta acción, donde murieron
77 españoles y 13 americanos, los independentistas filipinos se sublevaron en
masa contra las tropas españolas que guarnecían las principales ciudades del
archipiélago.
El 30
de mayo de 1898, la Compañía del capitán de Infantería de Marina Miguel del
Castillo se encontraba sitiada por cientos de insurrectos tagalos dentro del
Convento de Imus. Como la situación era cada vez más desesperada, el capitán
decidió quemar la casa desde la que más les estaban disparando. Para ésto se
presentó voluntario el sargento primero Padrós Pagés, quien saltando el
parapeto en medio de una lluvia de balas y provisto de una lata de petróleo, le
pegó fuego a la casa entre gritos de júbilo de sus compañeros. Lamentablemente
al final esa posición se perdió y el cadáver de Padrós apareció, cruelmente
torturado, en un sótano del pueblo de Paombong. Por su gesta fue recomendado
para la Cruz Laureada de San Fernando, pero no se le concedió porque la
propuesta fue realizada fuera del plazo marcado por el reglamento.
El día
1 de junio de 1898, la Sección de Infantería de Marina del teniente Ambrosio
Ristori se encontraba dando seguridad al Puente Banalo, cerca de la localidad
de Bacoor. Cuando el puente fue atacado por fuerzas muy superiores, doce
soldados filipinos se pasaron al enemigo tirando antes al agua las cajas de
municiones. Ante tal traición, lo que quedaba de la Sección se defendió en una
dura lucha a la bayoneta, hasta caer todos muertos o heridos. El teniente
perdió el brazo derecho a causa de dos graves heridas de machete, y por esta
valerosa acción le concedieron la Cruz Laureada de San Fernando.
También
en Imus, el 2 de junio de 1898, antes de que el fuerte de esa localidad fuera conquistado
por más de 8.000 guerrilleros tagalos, el capitán de Infantería de Marina
Pujales Salcedo se enrolló sobre su propio cuerpo, como si fuera un vendaje, la
bandera del Batallón y escondió entre ella los fondos de su unidad (7.700 pesos
con 30 céntimos). Después de llevarse cuatro meses prisionero, y a pesar de
haberse quedado casi ciego por las penalidades del cautiverio, el 2 de octubre
consiguió fugarse de la prisión de Cavite y llegar andando hasta Manila, donde
entregó a sus jefes la preciada enseña y todo el dinero que mantenía oculto.
Por tan meritorio e increíble hecho se le concedió la Cruz de 1ª clase del
Mérito Naval pensionada, y su bandera pasó al Museo Naval para su custodia.
Finalmente,
con la firma del Tratado de París el 10 de diciembre de 1898 terminó esta
guerra, abandonando España sus demandas sobre Cuba, que declaró su
independencia, y Filipinas, Guam y Puerto Rico fueron oficialmente entregadas a
los EEUU por 20 millones de dólares. En todos estos territorios, por parte
española murieron 2 Generales, 581 Oficiales y 55.078 miembros de las clases de
Suboficiales y Tropa, si bien la mayoría sucumbió a causa de diversas
enfermedades tropicales. Este hecho se consideró el punto final del Imperio
Español y el principio del periodo de poder colonial de los EEUU.
[1] Después de que Miguel López de Legazpi
fundara la Villa de San Miguel (actual ciudad de Cebú) en una de las islas
Bisayas, justo donde cuarenta y cuatro años antes había sido asesinado
Magallanes. Este primer asentamiento constituyó la base de la colonización española
del resto del archipiélago.
[2] Tras el fracaso del motín de Cavite, el
Gobierno español también encontró culpables de su incitación a los sacerdotes
católicos Gómez, Burgos y Zamora, a los que sentenció a muerte. Estos tres
clérigos han pasado a la historia de Filipinas con el nombre de “Gomburza”, siendo
considerados héroes de su Independencia.
[3] Sociedad secreta fundada por Andrés
Bonifacio y Emilio Aguinaldo, la cual buscaba la independencia a través de la
violencia, en contraposición a la postura pacífica de la Liga Filipina de José
Rizal. La palabra Katipunán es una versión más corta del nombre oficial en
idioma tagalo “Kataas-taasang, Kagalang-galangang Katipunan nang mangá Anak
nang Bayan” que significa “Suprema y Venerable Asociación de los Hijos del
Pueblo”.
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