EL PANTEÓN DE MARINOS ILUSTRES Y LA INFANTERÍA DE MARINA

Artículo publicado en el Boletín de Infantería de Marina (BIM) nº 27 de diciembre de 2016


El 17 de noviembre de 1854, reinando Isabel II, se inauguró en la Población Naval de San Carlos, en San Fernando (Cádiz), el Panteón de Marinos Ilustres de la Armada.
Su construcción comenzó más de un siglo antes por orden de Carlos III, el 2 de julio de 1786, siendo concebido en un principio este edificio como la Iglesia de la Purísima Inmaculada Concepción de María, patrona de España y de las Indias. Debido a diversos problemas, sobre todo económicos, aunque también de otro tipo como la derrota en Trafalgar, varias veces sus obras fueron paralizadas.

Tras la Real Orden de 10 de octubre de 1850, se estableció que este edificio sería un Panteón donde “dar cobijo a los restos mortales de aquellos marinos que, llevados por su alto concepto del honor o movidos por su abnegado sentido del deber, alcanzaron el reconocimiento y la gloria, ya fuera dando ejemplo de bizarría en el campo de batalla, cultivando las letras o desarrollando las ciencias”, sirviendo así como referente de modelos de vida para los alumnos del Colegio Naval Militar ubicado en sus inmediaciones. Como desde su inauguración este edificio no contaba con techo, en la década de los años cuarenta se procedió a su instalación, finalizándose por completo en el año 1959.

De este impresionante edificio, con una planta rectangular de 89 metros de largo por 38 de ancho, destacan tanto la talla de la Virgen del Carmen que, situada en el altar mayor tiene la inscripción “Todos los marinos independientemente de su graduación que han servido con honestidad y honor a la Armada”, como el centenar de mausoleos, tumbas y lápidas conmemorativas de los principales héroes de nuestra Armada.

Cuando el pasado día 4 de marzo de 2016 se inhumaron en este Panteón los restos del General de División Don Joaquín Albacete y Fuster, héroe de San Pedro Abanto, después de 110 años de su muerte y de que, tal y como dijo el Excmo. Sr. Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada en su alocución durante el solemne acto, éstos hubieran podido terminar en un osario común del cementerio de la Almudena si no llega a ser por el esfuerzo del coronel Roldán, de otros miembros de la EIMGAF y sobre todo de la Armada, muchos fueron los extrañados de que éste sea el primer Infante de Marina cuyos restos yacen en el Panteón de Marinos Ilustres, después de tantos años desde su inauguración.

Pero todo tiene una explicación, y siendo justos con la historia naval, en primer lugar hay que recordar que la Infantería de Marina española no contó con Oficiales propios hasta el año 1827, de forma que hasta entonces, cualquier Oficial de la Armada durante su carrera podía mandar indistintamente tanto unidades de Tropas de Marina como buques. 
Mirándolo así, entonces se puede afirmar que están enterrados allí varios marinos que durante su vida militar mandaron Tropas de Marina, incluso que fueron en acciones al mando de éstas donde llegaron a conseguir gran parte de sus logros para ser considerados como ilustres. Éstos son entre otros: Don Angel Laborde, Don Cayetano Valdés, Don Casimiro Vigodet, Don Diego Butrón, Don Juan Villavicencio, Don Santiago de Liniers, Don Juan Ruiz de Apodaca, Don Federico Gravina, Don José Rodríguez de Arias, Don Ignacio de Álava, Don Francisco Maurelle y por supuesto, Don Juan José Navarro, quien a la corta edad de ocho años sentó plaza como soldado en el Batallón de Marina “Océano”, donde servía su padre como capitán.

De todas formas, en el Panteón ya estaba enterrado un Infante de Marina, Don José González Hontoria, verdadero impulsor de la artillería naval española, aunque en realidad este Oficial pertenecía al entonces Real Cuerpo de Artillería de la Armada, a pesar que desde el 24 de octubre de 1876 también ostentaba el empleo de coronel de Infantería de Marina y desde el 2 de marzo de 1887 el de Mariscal de campo, en virtud del tiempo en el que ambos Cuerpos estuvieron fusionados en lo que se conoció como la Brigada Real de Marina. Tras su muerte, la Reina María Cristina ordenó que fuera enterrado en el Panteón mediante la Real Orden de 12 de marzo de 1891, la cual textualmente decía así: “S.M. El Rey (q.D.g.) y en su nombre la Reina Regente del Reino, de conformidad con lo acordado por ese Consejo en pleno, se ha servido disponer que los restos mortales del Mariscal de campo de Infantería de Marina, Brigadier de Artillería de la Armada, Don José González Hontoria, sean depositados en el Panteón de Marinos Ilustres, cuando las prescripciones sanitarias lo permitan”. En la losa que cubre su sepulcro, situada en la quinta capilla del lado izquierdo, se puede leer “R.I.P. Aquí descansan los restos del Mariscal de campo de Infantería de Marina, Brigadier de Artillería de la Armada, Don José González Hontoria. Inventor del sistema de cañones de su nombre. 14 de Junio de 1889”.
Para finalizar, sólo comentar las otras tres ocasiones anteriores en las que pudieron ser enterrados miembros del Cuerpo de Infantería de Marina en el Panteón y que al final no se llevaron a cabo.

En primer lugar está el caso del teniente Don Tomás Pío Pérez de los Ríos, donde según la Real Orden de 4 de Julio de 1892 se dispuso lo siguiente: “Deseando S.M. la Reina Regente dar una prueba de aprecio a la Marina y honrar a los individuos de ella que han contribuido a realzar su gloria, derramando su sangre en aras de la patria, en nombre de su augusto hijo el Rey Don Alfonso XIII se ha servido disponer que los restos mortales del finado teniente de Infantería de Marina Don Tomás Pío Pérez de los Ríos, que denodadamente se batió en la defensa de Orán, batalla naval de Trafalgar y rendición de la escuadra francesa del General Rosilly, y que hoy yacen en Badajoz, sean trasladados al Panteón de Marinos Ilustres de la población de San Carlos, lamentando que el estado de penuria del Tesoro impida dedicar a ésto cantidad alguna, debiendo sufragar los gastos que se originen la familia del interesado”. Pero su familia, pobre y sin recursos, no pudo dar cumplimiento a esta disposición por falta de dinero, con lo que los restos mortales de este valiente, que participó en 33 batallas navales, dio dos vueltas al mundo e hizo 29 viajes a América y tres a Oceanía, continúan en el cementerio del castillo de Badajoz.

El segundo caso es el del teniente coronel Don Segundo Díaz de Herrera, quien falleció en 1875 al frente de sus hombres en el asalto a la principal plaza de los carlistas, la fortaleza de Cantavieja (Teruel), cuya conquista finalizó con la Tercera Guerra Carlista. Tras su muerte en combate al frente de sus hombres, y por Real Orden firmada por Alfonso XII, se dispuso que un retrato suyo, más su espada, el bastón y el capote que llevaba al morir, se depositaran en el Museo Naval y que sus restos fueran inhumados en el Panteón de Marinos Ilustres. Ignorándose la razón de que ésto finalmente nunca se llegara a cumplir, se colocó en su lugar una lápida conmemorativa en la pared de la sexta capilla del Este que lo recuerda. Esta lápida dice así: “A la memoria del coronel del Ejército y teniente coronel de Infantería de Marina Don Segundo Díaz de Herrera. Muerto gloriosamente en el asalto a la plaza de Cantavieja en la noche del 5 de Julio de 1875”.
Por último está el caso del soldado de Infantería de Marina Don Manuel Lois García, Caballero Laureado de San Fernando, quien murió gloriosamente a bordo del Crucero Baleares a las nueve de la noche del 8 de septiembre de 1937, tras la batalla naval del cabo Cherchell, en el transcurso de la última Guerra Civil que ha sufrido España, por las graves quemaduras sufridas al lanzar al mar unos proyectiles iluminantes que estaban a punto de estallar después de que su buque recibiera varios impactos enemigos, salvándolo así de un gran peligro aún a costa de su propia vida.

Como el crucero Baleares se refugió en Cádiz para ser reparado de sus averías tras el combate, el soldado Lois fue enterrado en el nicho número 132 de la línea sur del patio número 7 del cementerio gaditano. Años más tarde, y después de que la Infantería de Marina intentara varias veces sin éxito que sus restos fueran trasladados al Panteón de Marinos ilustres[1], el 29 de junio de 1965 sus restos fueron exhumados y trasladados a su coruñés pueblo natal de Ordes, no sin antes rendírsele por fuerzas del Tercio Sur un solemne homenaje en el actual Patio Lope de Figueroa del Cuartel de Batallones de San Fernando. Este acto fue presidido por el Capitán General del Departamento de Cádiz y asistieron las principales autoridades políticas y militares de la zona. Una vez en Ordes, Don Manuel Lois recibió sepultura en un panteón de su villa, donde todos los años asisten fuerzas del Tercio Norte para rendirle un merecido homenaje. 




[1]  Según un artículo escrito por el GD (IM) Excmo. Sr. Don Juan Chicharro Ortega, ésto fue mediante un informe detallado donde los mandos de la Armada de la época decían que, a pesar de que reconocían a este soldado como un héroe, no lo consideraban en cambio un hombre ilustre.

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