EL TERCIO SUR EN LA EXPLOSIÓN DE CÁDIZ DE 1947
Artículo publicado en la REVISTA GENERAL DE MARINA del mes de mayo de 2020
(está firmado junto a Jose Antonio Aparicio Florido)
En
la ciudad de San Fernando las noches de verano suelen ser cálidas, aunque con
bastante humedad; pero su cercanía al mar y el
que casi siempre sople una ligera brisa, hace que las sensaciones no sean muy
desagradables. Lo ideal para pasear con la familia o cenar fuera de casa con
los amigos.
La
noche del 18 de agosto del año 1947 no era muy diferente. Las terrazas de las
cafeterías y restaurantes estaban atestadas de isleños;
varios grupos de niños jugaban alocadamente entre los árboles y bancos de la
Alameda. Nada hacía presagiar la catástrofe
que en la localidad vecina estaba a punto de ocurrir.
Exactamente
a las diez menos cuarto de esa noche, dos potentes estruendos muy seguidos
hicieron enmudecer a todo el mundo. Nadie tenía ni idea de qué podía ser, pero lo que fuera aquello bramó como lo hizo
Fadricas en otro turbulento anochecer de agosto de 1909. Prácticamente
todos se quedaron paralizados, mirándose unos a otros
con los ojos muy abiertos, el corazón acelerado y mirando a lo lejos el
brillante color que cobraba el cielo. Acababan de estallar más de mil
artificios en la Base de Defensas Submarinas de Cádiz, situada en el barrio de
San Severiano, donde no quedó piedra sobre piedra.
Aquella catástrofe provocó la muerte de 150 personas y que entre 5.000 y
10.000, quizá nunca se sepa cuántas, tuvieran que recuperarse de sus heridas.
Veinticuatro días más tarde, el 11 de septiembre de ese mismo año, el Inspector General de Infantería de Marina, general de división Francisco Dueñas, como cada mañana antes de empezar la jornada, tomaba café ojeando el ABC en su soleado despacho madrileño. Su sorpresa fue mayúscula cuando en un artículo titulado “Contrastes”, el Capitán General del Departamento Marítimo de Cádiz, almirante Rafael Estrada, elogiaba la labor del personal del Centro de Instrucción de Marinería de San Fernando durante los trabajos de desescombro y rescate tras la explosión gaditana. Sin embargo no mencionaba en ningún momento a las tropas del Tercio Sur de Infantería de Marina, que también tenían allí su base.
Rápidamente
llamó a su ayudante, y con voz firme le dictó una carta para que fuese enviada
cuanto antes al coronel Vicente Juan, comandante de
aquel Tercio, en la que le requería textualmente: “¿es que no ha asistido
nadie del Tercio o del Cuerpo a esos trabajos de auxilio, puesto que nadie lo
cita?”. El contenido de la carta fue bastante escueto
y finalizaba con una orden imperativa pero cordial: “Le ruego me haga
una sucinta relación de los hechos, sin comentarios, para saber a ciencia cierta
lo ocurrido”.
La
respuesta del coronel Vicente Juan no se hizo esperar, y dos días después le
envió al general una copia del informe que, justo una semana más tarde de la
explosión y otras dos antes de la petición de su
general, había remitido al almirante
Rafael Estrada y que, por alguna razón desconocida, nunca llegó al Ministerio
de Marina ni por supuesto a la Inspección General del Cuerpo. Era su informe
personal, pero basado en los cincuenta y seis informes que redactaron de puño y
letra los jefes, oficiales y suboficiales del Tercio que, con valor y entrega,
actuaron aquella noche.
Hoy,
gracias a todos esos informes que permanecen orgullosamente custodiados en los
archivos del Tercio Sur, se puede reconstruir casi a la perfección cómo fueron
las horas posteriores a aquella tragedia; una acción que vamos a intentar reproducir a continuación,
cronológicamente, casi minuto a minuto[1]:
Día 18 de agosto de 1947, 21:45h
El
coronel Vicente Juan escucha una tremenda detonación. Conocedor de cómo suena
la deflagración de un explosivo militar, rápidamente telefonea a los cercanos
destacamentos de los Mixtos y los polvorines de Fadricas. En el primero le
dicen que están sin novedad, pero los del segundo no le cogen el teléfono.
Temiéndose lo peor, contacta con la guardia de su acuartelamiento para que con
la máxima rapidez envíen un ciclista hasta allí. Así informan que también están
sin novedad, que el sonido se había escuchado en dirección a Cádiz y que además
el cielo sobre esa ciudad está iluminado de rojo.
En esos justos momentos, prácticamente todos sus subordinados, que también han
escuchado el impresionante ruido, ya se han puesto el uniforme y van corriendo
a presentarse al cuartel.
22:00h | El
almirante del Arsenal de La Carraca, vicealmirante Fausto Escrigas, llama por
teléfono al coronel y le ordena que alerte una fuerza de su Tercio para acudir
lo más rápidamente posible a Cádiz. Este
vicealmirante comprobaría poco más tarde personalmente en compañía del Capitán General del Departamento,
almirante Estrada, que lo que había estallado era un almacén de minas de la Base de Defensas Submarinas, así como el
inmenso destrozo que había provocado en los alrededores.
Se confirmaba así la sospecha que les había sido adelantada por el Real
Observatorio de la Armada, que lo había divisado desde su posición. El coronel
trasmite esa orden al capitán de guardia del Tercio, capitán Pajarero,
para que mande formar a la tropa, y a su Ayudante Mayor, capitán Pando
Caballero, para que aliste a una compañía de fusiles y a la compañía de Defensa
Pasiva[2].
22:05h | El ayudante personal del
vicealmirante Escrigas, el comandante Pereyra, recoge con un vehículo al
coronel Juan para llevarlo al edificio de Capitanía, en la calle Real. El
coronel da la orden de que la primera compañía alistada, al mando del capitán
Espejo[3], se reúna
allí con él cuando estén preparados. Con esta compañía también irá el capitán
Aparicio, jefe del Batallón Antiaéreo, para ponerse al mando del personal de
Defensa Pasiva, mientras no se incorpore su propio capitán.
22:30h | Cansado de esperar a la fuerza ―que aún no ha podido salir porque todavía no se han
presentado los camiones del Parque de Automovilismo―, el coronel decide
marchar ya hacia Cádiz en un coche desde Capitanía. Con él van el teniente
coronel Antonio Ristori, segundo comandante del Tercio; el comandante Martín
Giorla, director de la Escuela de Aplicación; y el comandante García Ráez, jefe
del Batallón Ligero. En Capitanía deja al capitán Pando con la orden de que, en
cuanto lleguen los camiones, se suba a uno y prosiga
hacia Cádiz.
23:15h | Aparecen en el Tercio los primeros
camiones y, al descubrir que no hay forma de remolcar la motobomba, el teniente
Montáñez, jefe de la sección contraincendios, autoriza que sea subida por sus
hombres a pulso a la caja del camión, ante el
nerviosismo y el enfado que ya se respiraba. La motobomba pesa cerca de
setecientos kilogramos.
23:30h | El vehículo del coronel
llega a Cádiz, donde está todo a oscuras a causa de un apagón eléctrico
general, y a la altura
de la plaza de toros son parados por la Guardia Civil porque se espera una
segunda explosión. El coronel envía al teniente
coronel Ristori a localizar al almirante para que le
confirme esa prohibición de pasar a la zona de la explosión.
23:40h | Para continuar la complicación de una
difícil noche, el camión que lleva la motobomba se
estropea justo delante de la Iglesia Mayor de San Fernando. Mientras se afanan
en repararlo, los camiones que transportan al resto del personal
continúan su camino hacia Cádiz.
23:55h | Llegan a Cádiz los
primeros efectivos del Tercio Sur y se les ordena que bajen de los camiones y
se tumben cuerpo a tierra detrás de la plaza de toros en previsión
de la anunciada segunda explosión.
23:59h | Regresa el teniente coronel Ristori de entrevistarse con el almirante, al que logró encontrar en el Ayuntamiento, aclarando que todo había sido un error de interpretación de la orden y que ellos ya deberían estar trabajando en la zona del desastre. Además, nombra a este oficial jefe de todas las fuerzas de socorro y seguridad que se presenten, ya sean de la Armada, del Ejército o de cualquier otro organismo[4].
Día 19 de agosto de 1947, 00:00hLa
fuerza de auxilio del Tercio Sur se organiza para las siguientes tareas:
- Vigilancia en las casas destruidas para
evitar los saqueos[5].
- Seguridad a todo el recinto de la
arrasada Base de Defensas Submarinas.
- Extinción de los incendios en los
alrededores del almacén siniestrado[6].
- Organización de un parque de
vehículos para las evacuaciones[7].
- Rescate de heridos y fallecidos
entre las ruinas.
00:30h | Sale desde San Fernando
una segunda compañía al mando del capitán Pajarero[8], en
la que se incorpora el capitán Anguiano para ponerse en Cádiz al mando de la de
Defensa Pasiva.
01:15h | Llega por fin la
motobomba a la zona siniestrada; pero al no haber llegado aún ningún aljibe de
los que habían solicitado, su personal descarga de nuevo a pulso la pesada
motobomba y busca entre las ruinas del Hidrográfico un depósito de agua. Tras
encontrarlo, el teniente Montáñez y el brigada Alcalde conectan dos líneas de
mangueras de 50 metros y comienzan a atacar los fuegos.
04:00h | Tras comprobar que el
teniente coronel Ristori tiene la situación perfectamente controlada y que van
a buen ritmo tanto las tareas de rescate como las de seguridad y desescombro,
el coronel Vicente Juan se vuelve al Tercio con el capitán Pando para organizar
una nueva compañía y preparar suministros, víveres y materiales.
07:00h | Sale desde el Tercio una
tercera compañía de infantes de marina[9] para
relevar a los que llevan toda la noche trabajando, a cuyo mando se pone el
capitán Anguiano.
17:00h | Sale desde el Tercio una
cuarta compañía[10], a
cuyo mando vuelven a poner al capitán Espejo.
Durante esas agotadoras jornadas, tan sólo el personal de la Armada salvó a 173 niños con vida de las ruinas de la Casa Cuna. Desgraciadamente allí también se produjeron muchas escenas dantescas, como el rescate de los cadáveres de otros 26 niños. Igualmente, la sección del alférez Charlo se distinguió en la extracción de los miembros de las familias que residían allí cerca, unos con vida y otros muertos, como los de la familia Palacios, donde por mala fortuna nadie sobrevivió.
Además,
en la parte final del informe personal del coronel Vicente Juan, éste quiso hacer
constar la anécdota del teniente Aragón, quien tras
haber sido designado con su sección para efectuar un reconocimiento del almacén
de minas número dos, y con el fin de animar y tranquilizar a sus hombres, se
sentó tranquilamente en una, encendió un cigarrillo frotando una cerilla sobre
el acero dulce de su chapa y les dijo: “¿veis como no hay peligro ya?”.
Con
respecto al teniente coronel Antonio Ristori, fue vital su coordinación en las
tareas de auxilio y de distribución de abastecimientos, en colaboración con la
Cruz Roja y el Auxilio Social, durante aquellos difíciles días. Nunca se le
reconoció ni agradeció suficientemente este desvelo,
a pesar de que el propio alcalde, Francisco Sánchez-Cossío, solicitó en
un escrito fechado justo diez días más tarde, que a este oficial se le otorgara
“una alta recompensa que premie sus servicios heroicos y humanitarios”. No
sería hasta el 7 de abril de 2011, sesenta y cuatro años más tarde, y por la insistencia y tenacidad de su hijo, el
también coronel del Cuerpo Manuel Ristori Peláez, y del prestigioso
investigador Jesús Narciso Núñez Calvo, cuando sería nombrado Hijo Adoptivo de
la ciudad de Cádiz a título póstumo[11].
Esperamos que este artículo sirva como sincero homenaje a todos aquellos infantes de marina, cuya impresionante y valerosa acción humanitaria fue tan lamentablemente silenciada durante años, pero humildemente custodiada y preservada entre los documentos del Tercio Sur.
Nota: todas las fotografías han sido cedidas por Jose Antonio Aparicio Florido de su página web www.laexplosiondecadiz.es.
[1] Es conveniente aclarar que casi todas las horas son bastante aproximadas, ya que son pocos los informes donde coinciden exactamente los horarios.
[2] Antecesores de la actual compañía de zapadores de Infantería de Marina.
[3] Esta primera compañía estuvo formada por tres secciones. La primera la mandó el teniente Aragón, la segunda el teniente Bagaces y la tercera el alférez Charlo.
[4]
[5] Desgraciadamente éstos ya se estaban produciendo. Está documentado que pocos minutos después de la explosión, alguien apartó el cuerpo de Margarita Martínez para poder entrar a robar en su casa. También que hubo gente que aprovechó el caos para llevarse los azulejos de colores de varios chalets de Bahía Blanca.
[6] Después de que el reconocido héroe de esa noche, el capitán de corbeta Pery Junquera, con un grupo de marineros consiguiera apagar los fuegos que amenazaban el almacén número dos, aún quedaban varios vehículos ardiendo ―entre ellos el coche del director del Hidrográfico― y un incendio junto al depósito de combustible de la Base, que estaba a unos veinte metros de las minas, con 1.500 litros de gasolina.
[7] Éste lo estableció el comandante García Ráez en la explanada de la plaza de toros. Llegó a reunir más de 150 vehículos que fue distribuyendo para evacuar a las víctimas a los distintos hospitales. Entre éstos hay que destacar varios autobuses de “Transportes Generales Comes”, cuya participación fue fundamental.
[8] Como antes hemos visto, esa noche este capitán estaba de guardia; pero ante la escasez de conductores, él mismo tuvo que conducir un camión hasta Cádiz, tomando el mando de la compañía. Su puesto en el cuartel lo ocupó su imaginaria, el capitán Díez Isasi.
[9] Las secciones de esta compañía las mandaron el teniente Roa, el teniente Martín Giorla y el teniente Herrera Escribese. También fue el teniente Díaz Valero para hacerse cargo de los de Defensa Pasiva.
[10] Las secciones de esta compañía las mandaron el alférez Serván, el alférez Díaz Galán y el alférez Rico Regueiro. El teniente Díaz Valero continuó con los de Defensa Pasiva hasta el día siguiente.
[11]
Comentarios
Publicar un comentario