LA INFANTERÍA DE MARINA EN LAS GUERRAS CARLISTAS
Artículo publicado en el Boletín de Infantería de Marina (BIM) nº 26 de julio de 2016
Hoy
en día se habla y se utiliza mucho, y con diversos fines, sobre todo políticos
más que meramente históricos, la última contienda civil que sufrimos los
españoles entre los años 1936 y 1939 del siglo pasado. Pero en nuestra historia
patria desgraciadamente éste no fue el único conflicto armado que sufrimos entre
hermanos y conciudadanos. Quizás uno, que generó a su vez nada menos que tres
guerras y miles de muertos, fue el que se provocó en el año 1833 tras la muerte
del Rey Fernando VII sin tener ningún hijo varón, haciendo pública la
Pragmática Sanción donde se anulaba el Auto Acordado de Felipe V, de mayo de
1713, donde se les prohibía a las mujeres acceder al trono de España, lo que
comúnmente se conocía como la “Ley Sálica”. De esa forma, en octubre de 1830 su
hija Isabel fue proclamada heredera del Reino español, por lo que su tío Carlos
María Isidro, hermano de Fernando VII y heredero hasta ese momento, quedó fuera
de toda sucesión, lo que él no reconoció llevando al país a la Primera Guerra
Carlista tras la muerte de su hermano en el año 1833, entre sus partidarios de
ideología absolutista, y ya conocidos como los “carlistas”, y los partidarios
de su sobrina, de ideas mucho más liberales.
LA INFANTERÍA DE MARINA EN LA primera GUERRA CARLISTA (1833-1841).
Esta Primera Guerra Carlista duró siete
años y en ella la Brigada Real de Marina, que era la denominación que en esa
época tenía la Infantería de Marina y que incluía a los Batallones de Marina y
la Artillería de Marina, destacó por su actuación en todos los frentes.
Desde febrero de 1833, y tras cumplirse la
Orden de reorganización de la Brigada Real de Marina del Ministro Francisco
Javier de Ulloa, ésta se encontraba muy disminuida pues contaba tan sólo con
tres Batallones de seis Compañías y la Sección destinada en el apostadero de
Filipinas. Pero pocos meses más tarde, y debido a las necesidades de esta Guerra, se
ordenó la creación de tres nuevos Batallones de Marina para que combatieran pie
a tierra.
Estos
nuevos Batallones se denominaron Primero, Cuarto y Quinto, quedando los que ya
existían, denominados Segundo y Tercero, para el servicio en buques y
dependencias navales.
El
Primero se organizó en el Departamento de Cádiz y quedó a las órdenes del
teniente coronel Ussel de Guimbarda, el Cuarto Batallón se organizó en Ferrol y
lo mandó el teniente coronel Pita da Veiga y el Quinto se organizó en Molina de
Aragón (Guadalajara) con las Compañías que el Cuerpo tenía destacadas en Madrid
y a su frente se puso al teniente coronel Vial y Vácaro. Lo
que más llamó la atención en este conflicto fue el largo desplazamiento por
todo el país que ejecutaron estos tres Batallones de Marina durante los últimos
cuatro años de la Guerra.
Así,
el Primer Batallón de Marina salió a campaña en septiembre de 1836 desde San
Fernando, y aunque en un principio se destinó a la zona del Campo de Gibraltar,
pronto pasó a las provincias de Córdoba y Sevilla donde tuvieron ocasión de
enfrentarse al caudillo carlista Gómez. Al año siguiente de 1837 este Batallón
pasó a luchar a la región de Extremadura y al año siguiente de 1838 continuaron
su avance por toda la provincia de Toledo, donde mediante varias batallas como
las de Fresnedilla, Hinojosa o la Higuera, Ussel de Guimbarda fue obligando a
retroceder a las fuerzas carlistas hasta hacerlos cruzar el Tajo. Hecho por el
cual fue propuesto para el empleo de coronel por su valor y arrojo, siendo poco
más tarde condecorado con la Cruz sencilla de primera clase de la Orden de San
Fernando. En 1839 este Batallón se desplazó combatiendo por las provincias de
Ciudad Real y Albacete en las batallas de Fuensanta, Fuente Albilla y Casas
Ibáñez. Y finalmente en el año 1840 avanzó por las provincias de Guadalajara y
Cuenca hasta finalizar la Guerra nada menos que en Tafalla (Navarra). En este
Primer Batallón también destacaron el capitán Quevedo Benavides y el teniente
Tacón y Lescura, los cuales, tras batirse valientemente en muchos combates con
fuerzas carlistas, fueron condecorados con la Cruz de Isabel la católica y la
Cruz sencilla de primera clase de la Orden de San Fernando, siendo también
ascendidos por méritos de guerra al empleo superior.
Por
su parte el Cuarto Batallón de Marina salió para el combate desde Ferrol en el
mes de febrero de 1836 y participó en la acción de Mellid (La Coruña) contra el
caudillo carlista Gómez, y tras vencerle lo fueron persiguiendo por todo el
norte de la península, combatiendo en Galdácano, Loyola, Aguirre, Hernani,
Urnieta, Pasajes, Valmaseda, Guetaria y Bilbao entre otros, llegando luego a
embarcar en barcos de la Armada en San Sebastián para realizar a continuación
victoriosos desembarcos en Portugalete y en Luchana, bajo unos fuertes
temporales de lluvia, viento y nieve. En el año 1837, ya integrado completamente
en el Ejército del general Espartero, este Cuarto Batallón continuó combatiendo
por toda Vizcaya y Guipúzcoa, tomando entre otros los importantes enclaves de
Irún y Fuenterrabía y desembarcando en muchas otras localidades vascas, entre
ellas Ondarroa, Motrico, Zumaya, Guetaria y Zarauz. Al año siguiente de 1838,
pasó este Batallón al Ejército de Cantabria que mandaba el Mariscal O´Donnell y
con él combatieron en Lasarte, Zubieta, Urnieta y otras poblaciones de Álava.
En 1839 continuó pacificando toda Guipúzcoa y finalmente en 1840 este Batallón
participó en la persecución de las fuerzas carlistas del cabecilla Balmaseda
hasta que les obligaron a huir a Francia. En este Cuarto Batallón fueron
condecorados con la Cruz Sencilla de primera clase de la Orden de San Fernando
el capitán José Benito María, el teniente Perea y el teniente Teodoro Alemán
por sus méritos en el ataque al cerro de San Marcos y el teniente Fernando de
Muria, por su comportamiento en el formidable asalto de las líneas de Areta en
1838. Además también fue condecorado con la misma Cruz de primera clase, pero a
título póstumo tras alcanzar gloriosa muerte en el frente de San Sebastián, el
capitán Ramón Santos Gómez.
Por
último el Quinto Batallón de Marina, que desde principios del año 1837 dependió
del Ejército del Centro, combatió en las provincias de Tarragona, Castellón y
Valencia, donde tras destacar en la importante acción de Morella obtuvo una
mención honorífica colectiva y tras la de Chiva, el teniente Ortega y Pavía, se
hizo acreedor del título “Benemérito de la patria” y fue condecorado, junto con
el cabo Antonio García, con la Cruz sencilla de primera clase de la Orden de
San Fernando. Al año siguiente de 1838 este Quinto Batallón siguió luchando por
toda la provincia de Castellón, donde tras participar en la batalla de Vall de
Uxó, otro de sus oficiales, en este caso el teniente Moreno Sopranis, fue
condecorado también con la Cruz sencilla de primera clase de la Orden de San
Fernando.
Finalmente
el 31 de agosto de 1839 los carlistas asumieron la derrota y firmaron la paz en
el Convenio de Vergara, conocido por el famoso abrazo que allí se dieron el
general isabelino Espartero y el general carlista Maroto.
Terminada
esta Primera Guerra Carlista se produjeron diversas reformas en el Cuerpo,
entre ellas la que se sucedió tras el Real Decreto de 29 de diciembre de 1841
donde el Ministro de Marina García Camba cedió al Ejército de Tierra los tres
Batallones de Infantería de Marina que tan valientemente habían luchado, pero que
habían sido costeados por el Ministerio de la Guerra, pasándose con ellos a
refundar en Granada el “Regimiento de Infantería Asturias número 31”, disuelto
en 1825 tras una reorganización del arma de Infantería. De esta manera, tan
sólo quedaron en la Armada dos Batallones de Infantería de Marina, los cuales siguieron
prestando sus servicios embarcados en diversos buques de la Armada.
En
1846 Carlos María Isidro abdicó sus derechos en su hijo Carlos Luis, que volvió
a levantarse contra la Reina Isabel II iniciándose la Segunda Guerra Carlista.
Este conflicto fue básicamente un levantamiento popular en distintos puntos de
Cataluña, donde aún quedaban algunos grupos carlistas de la anterior Guerra, los
cuales realmente eran más bandoleros que
soldados.
El
principal cabecilla carlista fue el general Ramón Cabrera, el cual intentó
crear sin mucho éxito un Ejército Real Catalán de unos 4.000 hombres para
enfrentarse al Ejército gubernamental del general liberal Gutiérrez de la
Concha de más de 40.000 hombres. Esta desproporción de fuerzas, junto al
fracaso de las sublevaciones carlistas en el resto de España y la detención del
pretendiente Carlos Luis cuando intentaba entrar por la frontera francesa,
aceleró el fin de la Guerra, que terminó en el año 1849. Como no podía ser de
otra forma, los Infantes de Marina volvieron a destacar por su disciplina, aunque
tan sólo estuvieran como guarniciones de los buques.
LA
INFANTERÍA DE MARINA EN LA TERCERa GUERRA CARLISTA (1872-1876).
El
21 de abril de 1872 comenzó la Tercera Guerra Carlista entre los partidarios
del Duque de Madrid Carlos VII, biznieto de Carlos María Isidro, y los del
Gobierno del Rey Amadeo I, monarca español elegido por el Parlamento tras el
exilio de Isabel II. Esta guerra se libró sobre todo en Cataluña con algunas
acciones aisladas de bandolerismo, y en Navarra y las Vascongadas, donde se
llegó a crear un verdadero Estado Carlista que tenía su base en las
diputaciones forales.
En
1873 Amadeo I renunció al trono, proclamándose entonces la Primera República,
pero a pesar del cambio de régimen, la Tercera Guerra Carlista continuó sobre
todo en el norte de España, donde el sitio al que sometía el general carlista
Mendiry a la ciudad de Bilbao estaba organizado en dos líneas de combate en la
margen izquierda del río Nervión, una en el Valle de Somorrostro y la otra en
los altos de Castrejana. En ambas líneas estaban desplegados unos 15.000
hombres, y tenían la misión de frenar el avance del Ejército Liberal del
general Moriones que se dirigía a socorrer a los bilbaínos, justo cuando el
asedio carlista ya estaba provocando el racionamiento de víveres entre la
angustiada población. En este Ejército estaban incluidas fuerzas de Infantería
de Marina.
El
día 24 de febrero de 1874 los liberales atacaron las laderas del monte Montaño
que constituía el núcleo principal del enemigo, siendo rechazados repetidamente
por las unidades carlistas, tras lo cual el general Moriones envió a Madrid un
telegrama que decía: “Manden refuerzos y otro general”. El general que lo
sustituyó y tomó el mando de la operación por la liberación de la ciudad de
Bilbao fue el propio Presidente del Poder Ejecutivo, el general Serrano,
acompañado por el Ministro de Marina, el Almirante Topete.
Un
mes más tarde, el 24 de marzo, después de que el Ejército Liberal del general
Serrano se preparara para un nuevo asalto a las líneas carlistas reuniendo un
total de 35.000 hombres, y que el Ingeniero carlista José Garín preparara una
potente defensiva compuesta por zanjas y trincheras, se volvió a iniciar el
ataque por el valle de Somorrostro, después de rechazarse debido a los
temporales la realización de una operación de desembarco en Luchana, en la
margen derecha de Bilbao, tal y como había hecho el general Espartero durante
la Primera Guerra Carlista.
El
objetivo principal era el pueblecito de San Pedro Abanto, situado en medio de
la línea carlista, con el fin de partirla y dividirla, el cual estaba defendido
por las fuerzas carlistas del caudillo Abanabes. Tras tres días de tremenda
lucha, se cuenta que el 27 de marzo el teniente coronel de Infantería de Marina
Albacete Fuster se presentó al general Serrano y le dijo: “Excelencia, me
permito presentarle mi decidido compromiso para entrar con mi Batallón en San
Pedro Abanto”. A lo que el general le contestó: “Buena suerte; la causa está en
sus manos” y le ordenó ir en vanguardia de todo el Ejército. De esa manera, al
ocaso el teniente coronel Albacete ordenó a sus oficiales: “¡¡Señores capitanes,
a la cabeza de sus Compañías!!” empezando un duro asalto nocturno a la bayoneta
para conquistar una a una cada trinchera carlista. A pesar de la dura
resistencia, la Unidad empezó a subir la escarpada cota hasta conquistar el
Caserío de Murrieta, siendo tan difícil parar el ímpetu de la tropa que tras
mandar “alto al avance”, los infantes de marina siguieran persiguiendo por la
ladera a los enemigos en fuga.
En
esta sangrienta batalla cayó un tercio de este Batallón, el segundo del Primer
Regimiento de Infantería de Marina, quedando en pie de la Primera Compañía tan
sólo tres hombres. Aun así el Ejército Carlista fue desbordado, lo que provocó
que poco después en una tercera batalla en el valle de Somorrostro, tuvieran
que levantar el sitio en el que mantenían a la ciudad de Bilbao. Por esta
acción se le concedió la Cruz Laureada colectiva a este Batallón y al día
siguiente los restos de este heroico Batallón de Infantería de Marina desfiló
ante toda su División del Ejército del Norte, que presentándole armas le hizo
un mudo homenaje de admiración y respeto.
El
texto donde el Marqués de Molins permitió portar en la bandera la corbata de la
Laureada colectiva es el siguiente: “Enterado el Ministerio-Regencia del Reino
del expediente de juicio contradictorio instruido en averiguación de si el
Segundo Batallón del Primer Regimiento de Infantería de Marina es acreedor a
ostentar en su bandera la corbata de la Orden de San Fernando, por el mérito
que contrajo en la acción de San Pedro Abanto y toma del Caserío de Murrieta el
27 de marzo último contra las facciones carlistas de las provincias Vascongadas
y Navarra; y resultando evidentemente probado que dicho Batallón, cuando el
enemigo en el expresado día sembraba la muerte entre las fuerzas que se proponían
arribar a sus importantes y disputadas posiciones, se condujo con tal arrojo y
bizarría, que sin abandonar la línea de combate llegó a Murrieta, dejando
tendida sobre el campo más de la tercera parte de su fuerza, por cuyo alto
merecimiento se halla comprendido en el artículo 32 de la Ley de 18 de mayo de
1862, ha tenido a bien resolver, de conformidad con lo informado acerca del
particular por el Consejo Supremo de la Guerra en su acordada de 22 de
diciembre próximo pasado, que la citada bandera tiene derecho a la corbata de
referencia”.
Joaquín Albacete Fuster
Finalmente
el 28 de abril tuvo lugar la tercera batalla de Somorrostro, la cual fue la
definitiva para conseguir levantar el sitio de Bilbao. Esta batalla se produjo
en el conocido como el Paso de las Muñecas, que es un collado de 410 m de
altitud que marca el límite entre Cantabria y el País Vasco. Ese día, el Tercer
Cuerpo de Ejército Gubernamental del general Concha asaltó las trincheras
carlistas de los Batallones mandados por Cástor de Andéchaga. En dicha Unidad
Gubernamental estaba encuadrado el Primer Batallón del Tercer Regimiento de
Infantería de Marina, al mando del teniente coronel Manrique de Lara, el cual
conquistó las posiciones enemigas del ala izquierda. El combate duró más de
doce horas y fue tan encarnizada la lucha que hubo trincheras que se tomaron y
se perdieron hasta tres veces. En esta brillante acción se distinguió el
capitán de Infantería de Marina Sevillano Rodríguez, muerto en combate al frente de
su Compañía.
Segundo Díaz de Herrera
El
29 de diciembre de 1874 el general Arsenio Martínez Campos realizó en Sagunto
(Valencia) un pronunciamiento monárquico donde se restauró la monarquía de los
Borbones en el trono de España de nuevo, en este caso personalizada en la
persona de Don Alfonso de Borbón, hijo de Isabel II, y durante su reinado, ya
como Alfonso XII, los efectivos de la Infantería de Marina se aumentaron
considerablemente para poder terminar tanto con la Guerra Cubana que duraba
desde el año 1868, como con la Tercera Guerra Carlista que comenzó en 1872.
Así,
para finalizar esta Guerra Carlista, se decidió tomar de una vez la plaza
principal del enemigo, la localidad de Cantavieja, en Teruel, la cual se
encontraba en lo alto de un cerro y muy bien fortificada, lo que la hacía
prácticamente inexpugnable. En Cantavieja estaba el puesto de mando del general
carlista Marco de Bello, una escuela de oficiales, una fábrica de municiones y
un taller de reparación de armas. Debido a la importancia de este punto, los
mandos gubernamentales, aprovechando la superioridad militar de sus Ejércitos,
decidieron ir cercando al Ejército carlista desde las llanuras castellonenses
hasta los escarpados parajes del Maestrazgo, comenzándose así el asedio
definitivo a Cantavieja.
El
día 5 de julio de 1875 se produjo el ataque definitivo, en el cual participó el
Primer Batallón del Primer Regimiento de Infantería de Marina, al mando del
teniente coronel Segundo Díaz de Herrera. Una vez tomadas a la bayoneta las
trincheras más cercanas, y tras destruir los primeros edificios del pueblo
desde donde hacían fuego los soldados enemigos, se organizó una maniobra de
diversión por el flanco derecho mientras dos columnas asaltaban frontalmente. Una
de estas columnas estaba compuesta por el Batallón de Díaz de Herrera, quien
murió valientemente al frente de sus hombres en los últimos momentos del
asalto. Su conquista por las tropas gubernamentales hizo que se desmoronara el
frente de los carlistas de Aragón y Cataluña. Finalmente en enero de 1876
comenzó la última gran ofensiva sobre Navarra, cuya conquista de la localidad
de Estella forzó al pretendiente Carlos VII a cruzar apresuradamente la
frontera con Francia el día 28 de febrero, justo el mismo día que el Rey
Alfonso XII entraba victorioso en Pamplona. La Tercera Guerra Carlista por fin
había terminado.
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