LOS TERCIOS DE ARMADA EN LEPANTO

 

Artículo publicado en el BOLETÍN DE INFANTERÍA DE MARINA 33 del mes de noviembre de 2021 



Este pasado 7 de octubre se cumplieron 450 años de la batalla naval que evitó que la Europa que hoy conocemos pudiera ser muy diferente a la actual, y donde la Marina del entonces Imperio español jugó un papel fundamental. Para conmemorarla, coincidiendo en esa fecha, la Armada ha organizado diferentes eventos en diversas localizaciones donde se encuentra basada, señalando así su importancia. 

Hoy en día existen muchas publicaciones, artículos y libros que hablan sobre esta batalla, centrándose principalmente en las causas y en las consecuencias de esta acción, en la importancia de las galeras, así como en los movimientos que realizaron las dos escuadras contendientes. Pero en este artículo, realizado para el Boletín del Cuerpo de Infantería de Marina, el que suscribe ha querido dedicarse expresamente a algunas de las personas que se distinguieron en esta memorable batalla, principalmente infantes de marina (1).

Así no podríamos dejar de mencionar en primer lugar a los dos maestres de campo que mandaban los Tercios de Armada que participaron en esta batalla (2), al igual que a algunos de los participantes, de menor graduación, pero que por un motivo o por otro, también pasaron allí a la historia de nuestras armas, y que quizás resultaron menos conocidos.  

Pedro Padilla y Meneses

Primer maestre de campo del Tercio Nuevo de la Mar de Nápoles, que se fundó en Cartagena el 27 de febrero de 1566 y que es considerado el “alma máter” de nuestra Infantería de Marina porque incluyó a las Compañías Viejas del Mar del Nápoles, heredando por tanto la antigüedad de éstas del año 1537. Su bandera fue un paño azul marino (azur), con el aspa de Borgoña en gules como estaba ordenado, con su escudo familiar compuesto por tres espadillas de plata puestas en palo. Natural de Talavera de la Reina (Toledo), donde nació en el año 1533 como cuarto hijo del matrimonio formado entre los nobles Francisco de Meneses Ayala y María de Padilla Guevara, a la edad de dieciocho años decidió alistarse en los Tercios españoles, siendo ascendido a capitán en 1557. Gracias a su excelente comportamiento en combate, fue nombrado caballero de la Orden de Santiago y se le dio el mando del Tercio de Armada antes comentado. Con él, Pedro Padilla luchó en Lepanto, integrado en la escuadra de reserva de Álvaro de Bazán. Se distinguiría especialmente cuando se le ordenó que, con las galeras en las que iba embarcado su Tercio, se dirigiera a apoyar al ala izquierda de Barbarigo, en el momento en el que fueron atacados por las naves de Siroco, consiguiendo la derrota turca más fácilmente. (3)

Lope de Figueroa y Pérez de Barradas  

Primer Maestre de campo del Tercio de la Armada del Mar Océano, también fundado en Cartagena el 27 de febrero de 1566 y que, por sus abundantes victorias fue apodado “el Invencible”. Su bandera estaba formada por siete fajas, cuatro en sinople y tres de oro, con el aspa de Borgoña en gules. Nacido en Guadix (Granada), este ilustre militar se alistó con 15 años en el Tercio de Lombardía para luchar en Flandes, donde pronto obtuvo el mando de una compañía gracias a sus dotes de liderazgo. Tras el desastre de Los Gelves sería hecho prisionero por los turcos, y después de pasar varios años encerrado, participó en la toma del Peñón de Vélez y en el socorro de la Isla de Malta, de donde regresaría ascendido a maestre de campo para incorporarse al mando de su nuevo Tercio en la rebelión de las Alpujarras. Allí recibiría un arcabuzazo que le haría cojear el resto de su vida. En Lepanto prácticamente todo su personal se encontraba distribuido entre la escuadra de socorro de Álvaro de Bazán y el centro cristiano, incluyendo a bordo de la Real, la galera capitana de don Juan de Austria. Nave contra la que embistió la propia capitana enemiga, la Sultana, cuando Alí Pashá decidió cargar francamente contra el centro cristiano. Allí comenzaría un duro combate cuerpo a cuerpo entre sus tripulaciones y todas las de las demás galeras que se les fueron abarloando a ambas. Debido a como estaban unidas todas esas naves, se creó una gigantesca plataforma de madera sobre la mar que posibilitó que las tropas de Lope de Figueroa pudieran saltar de una a otra, para rendir poco a poco cada galera enemiga. Precisamente Lope de Figueroa tendría el honor de ser el encargado de informar de la victoria ante los turcos a Felipe II en persona. (4)

Martín Muñoz

Sargento del Tercio Nuevo de la Mar de Nápoles de Pedro Padilla que, tras ser el primero en abordar una galera enemiga y ser alcanzado por varias flechas, desde el lugar donde cayó herido de muerte empezó a gritar a los soldados que le seguían: «¡ahora que cada uno haga otro tanto!», insuflándole a sus hombres, con su ejemplo, la valentía necesaria para correr hacia el palo mayor, con total agresividad a golpe de espada ropera y pica corta, y bajo la lluvia de arcabuzazos de sus compañeros que batían la nave contraria desde la arrumbada de la propia, para derrotar rápidamente a los desconcertados turcos ante los satisfechos ojos de su moribundo sargento.

Andrés Becerra

Capitán perteneciente a la guarnición del Cuerpo embarcada en la galera La loba, que fue el que capturó la insignia otomana de la Sultana. Esta insignia se la había entregado personalmente el propio sultán Selim II a su almirante para guiar a su flota. Era conocida como la “bandera de los Califas”, y consistía en un enorme paño de seda de color verde adornado con lujosos bordados en oro que contenían versículos del Corán y el nombre de Alá repetido veintiocho mil veces. Como en esa época no existían las medallas, el rey Felipe II le regaló a este capitán de Infantería de Armada, natural de Marbella, la bola de oro que estaba en el tope de esa bandera turca.

María la bailaora

De esta batalla de Lepanto existe también una curiosa anécdota, contada por el soldado Marco Antonio Arroyo en su libro “Relación del progresso de la Armada de la Santa Liga”, publicado en Milán cuatro años más tarde de su participación en este combate, donde relataba la existencia de una mujer arcabucera en el Tercio de Lope de Figueroa, a pesar de la prohibición expresa de don Juan de Austria de «embarcar mujeres y gente inútil», lo cual era bastante habitual en la época. (5)

En su libro, el soldado Arroyo decía:

 «Pero mujer hubo, que fue María, llamada la bailaora quien, desnudándose del hábito y natural temor femenino, peleó con un arcabuz con tanto esfuerzo y destreza, que a muchos turcos costó la vida, y venida a afrontarse con uno de ellos, lo mató a cuchilladas. Por lo cual, ultra que don Juan le hizo particularmente merced, le concedió que de allí en adelante tuviese plaza entre los soldados, como la tuvo en el Tercio de don Lope de Figueroa».

Efectivamente esta mujer, conocida por todos como María la bailaora, y que según contaron, posiblemente fue una gitana de Granada, que aprovechando que allí se encontraba ese Tercio durante la Guerra de las Alpujarras, se alistó en él disfrazada de soldado buscando aventuras y una mejor vida. Se dijo que, durante la batalla de Lepanto, pronto destacó tanto por su excelente puntería con el arcabuz, como por haber dado muerte a un jenízaro turco de un certero estoque en medio de los ojos. Al parecer estuvo combatiendo durante horas a bordo de la galera Real, «con extremo valor a pesar de su menguada talla», hasta que fue descubierta por el propio don Juan de Austria cuando de una cuchillada enemiga, su ropa se rompió y dejó ver sus senos. Tras la batalla fue licenciada inmediatamente, aunque por su valor se le mantuvo la paga de arcabucero de por vida y la autorización de seguir vinculada al Tercio de Armada de Lope de Figueroa. Esta anécdota no aparece reflejada en ningún otro relato de la época, quizás por orden expresa de los altos mandos, hasta que fue mencionada en 1980 por la historiadora francesa Edmonde Charles-Roux en su biografía sobre don Juan de Austria, de la siguiente manera: «Atraído por los asaltantes, un joven arcabucero de la Real […] que se había hecho notable en el curso de la lucha por la precisión de sus disparos, se lanzó sobre el puente de la Sultana armado de un gran cuchillo, y en un cuerpo a cuerpo con un jenízaro el arcabucero, que era de menguada talla y delgaducho, perdió un pedazo de su coraza y sus botas desgarradas. Entonces pudo advertirse que el valiente español, cubierto de sangre y de sudor, era una mujer a la que después de la batalla le dieron el sobrenombre de María la bailaora», al parecer porque dedicó el resto de su vida a la danza.

Algunas fuentes más actuales, como el estudio italiano “Due paesi per la cristianitá”, realizado por el Centro Portorecanatesi, también sugieren que la verdadera identidad de esta mujer ya era conocida a bordo, pues en esas naves hubiera sido imposible mantenerlo en secreto: «En la primera fila se encontraba un joven espadachín, capaz y valiente, pero casi todos sabían que era una mujer, una andaluza llamada María que había abordado con el permiso de Lope de Figueroa». Sea como fuere, no deja de ser una historia que, documentada como real, nos habla de la épica heroicidad de la primera mujer infante de marina.

Miguel de Cervantes

Bueno, y no se puede hablar de esta batalla de Lepanto sin mencionar a nuestro ilustre escritor, el cual luchó integrado en la compañía del capitán Diego de Urbina, que era una de las del Tercio de Miguel de Moncada. Ese día en Lepanto, Miguel de Cervantes se encontraba embarcado como guarnición de la galera Marquesa, en el flanco izquierdo de la formación cristiana y, a pesar de estar enfermo con fiebre, quiso luchar «porque prefería morir peleando por Dios que vivir so cubierta». Mientras defendía su puesto al mando de doce compañeros en la línea fogón-esquife, baluarte de última resistencia de una galera, fue herido de dos arcabuzazos en el pecho y otro en la mano izquierda. Esa mano se le quedó inútil, por lo que desde entonces se le conoció como “el manco de Lepanto”. Recuperándose de sus heridas en el hospital de Messina, lo conoció el propio don Juan de Austria y, al saber de su valor, en recompensa le concedió 25 escudos de ventaja mensuales. Cervantes pasaría allí casi 7 meses. Del resto de la vida militar de Cervantes, que fueron alrededor de unos diez años contando los cinco que estuvo preso en Argel, realmente no existe mucha información, salvo por lo que él mismo expuso en el memorial que dirigió al rey Felipe II, en el que solicitaba unas vacantes en los Virreinatos americanos que al final no se le otorgaron, y donde decía que se alistó en 1570. También existen algunos asientos económicos de algunas pagas y una serie de declaraciones de algunos compañeros que afirmaron que seis meses después de Lepanto, en el año 1572, se alistó junto con su hermano Rodrigo, en el Tercio de Armada de Lope de Figueroa, en concreto en la compañía de Ponce de León, por lo que ya se puede considerar como infante de marina, con la que participó como soldado de Mar en las expediciones navales de Navarino, Corfú, Bizerta y Túnez. Estos testigos fueron el alférez Mateo Santisteban, el alférez Gabriel de Castañeda, el sargento Godínez de Monsalve, el soldado Beltrán del Salto y el duque de Sessa. En 1575, cuando se dirigía de regreso a la península, fue hecho prisionero por un navío otomano, siendo encarcelado en Argel durante cinco largos años en los que intentó fugarse en cuatro ocasiones, hasta que el 19 de septiembre de 1580 sería puesto en libertad gracias a la intervención de los frailes Trinitarios. Una vez dejada la milicia tras contraer matrimonio, publicó su primera obra titulada “La Galatea” y desde 1587 empezó a trabajar como comisario de provisiones para la Gran Armada. En 1594 se hizo inspector de impuestos, siendo encarcelado durante siete meses en la cárcel real de Sevilla, acusado de apropiarse de dinero público tras la quiebra del banco donde depositaba la recaudación de la que era responsable. No sería liberado hasta que consiguió demostrar que no había tenido culpabilidad alguna en los hechos de los que se le acusaba, sino que todo había sido una sucesión de errores de sus ayudantes. Ahí en la cárcel parece que comenzó a escribir su obra más importante, su famosísima novela titulada originalmente “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, que publicaría la primera parte en 1605 y la segunda en 1615. En medio de ambas publicó “Novelas ejemplares” y “El viaje del Parnaso”. Falleció por diabetes en Madrid el 22 de abril de 1616, a la edad de 68 años.

NOTAS :

(1).- Sabiendo que esta denominación como tal en esa época no existía. Más correcto sería utilizar la de “Soldado de Mar”, que designaba a aquellos que a bordo no realizaban funciones marineras, sino tácticas, quienes durante las navegaciones dedicaban su tiempo a adiestrarse en el manejo de las armas y estaban específicamente preparados para la lucha en y desde la mar, encuadrados desde el año 1537 en las Compañías Viejas del Mar de Nápoles y, desde 1566, en los Tercios de Infantería española adscritos a la Real Armada que adoptaron el nombre de Tercios de Armada. El conjunto de estos Tercios, que llegarían a sumar hasta seis, sería lo que se conoció entonces como Infantería de Armada.

(2).- Muchos de los cerca de 21.000 soldados que se estima que participaron en esta batalla, pertenecían al Tercio de la Armada del Mar Océano de Lope de Figueroa, con catorce compañías repartidas entre galeras de Gil de Andrade y de Álvaro de Bazán, y al Tercio Nuevo de la Mar de Nápoles de Pedro Padilla, con doce compañías embarcadas en galeras de Álvaro de Bazán, como Tercios de Armada adscritos a la Real Armada de Felipe II. Ese numeroso ejército lo completó el Tercio Viejo de Sicilia de Diego Enríquez de Castañeda, con diez compañías en las galeras de Juan de Cardona y el Tercio de Valencia de Miguel de Moncada, con siete compañías distribuidas en galeras de Álvaro de Bazán y de Andrea Doria. También los hombres de las Coronelías de Ascanio de la Corna y de Alberico de Lodrón, que reforzaron las guarniciones de las galeras venecianas y de las naos de servicio.

(3).- Luego participaría en la campaña de Portugal de 1580 y en las campañas de las Azores de los años 1582 y 1583. Tras cesar en su Tercio de Armada, ostentó el mando como Capitán General de diversas plazas de gran importancia estratégica del Mediterráneo. Fue reconocido como uno de los mejores militares de su época y se le otorgó el título de Alcaide de Granada. Murió combatiendo en el nuevo conflicto con los moriscos de junio de 1599, en la sierra de las Alpujarras.

(4).- Tras Lepanto, este Tercio de Armada seguiría combatiendo en diversas localizaciones del Mediterráneo y el Atlántico, destacando también en la campaña de las Azores de 1583, donde Lope de Figueroa ejecutó una verdadera operación anfibia en la cala de las Molas, con el fin de conquistar la ciudad de Agra. Luego, destinado a Flandes, ésta fue la unidad que recorrió el “camino español” en menos tiempo, recorriendo los mil kilómetros entre Milán y Bruselas en sólo 32 jornadas, cuando lo normal era completarlo en 50. Murió enfermo de la peste en 1585, siendo enterrado en su localidad natal de Guadix.

(5).- No en vano, se supo que en una anterior expedición a Túnez hubo más de cuatro mil mujeres escondidas o disfrazadas a bordo de los buques, a pesar de las duras sanciones que se les imponían a aquellos a los que se les encontrara a bordo a sus esposas o amantes. A éstas coloquialmente se las conocía como “las enamoradas” y se decía que estaban dispuestas a todo, incluso a morir, con tal de no separarse de sus hombres, ya que eran conscientes de que en tierra, solas y desamparadas, les esperaba peor suerte.

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