LAS SARDINETAS EN EL CUERPO DE INFANTERÍA DE MARINA

  Artículo publicado en el BOLETÍN DE INFANTERÍA DE MARINA 34 del mes de mayo de 2022 


Los infantes de marina españoles contamos en nuestro uniforme con unos elementos externos que nos distinguen de cualquier otro miembro de las Fuerzas Armadas. Son las conocidas sardinetas que portamos en las bocamangas. 

La primera vez que aparecieron citadas las sardinetas, para ostentarse en los uniformes militares españoles fue en un documento del año 1734. Pero éstas sólo estaban reglamentadas para ser lucidas por los granaderos, ya que no eran más que unos trocitos de galón áspero, que bordados en las mangas de las casacas, servían de rascador para encender las cerillas con las que prender las mechas de las granadas de mano antes de lanzarlas. Pero en la Armada, quizás por eso de que pudieran mojarse con el agua de mar y por tanto inutilizarse, los granaderos de marina en sí no portarían esas sardinetas todavía en sus uniformes, manteniéndose en las bocamangas tan sólo los habituales tres botones dorados.

Tan sólo tras la Real Orden de 23 de noviembre de 1785 aparecerían en la Armada esas tres sardinetas, pero sólo como divisa para los condestables primeros del Cuerpo de Artillería de Marina, no siendo aparentemente más que unos ojales para los botones de las bocamangas, quizás para recogerlas y así favorecer el trabajo de estos hombres.

Los granaderos antes mencionados se habían creado en España por Real Orden el 26 de abril de 1685, a semejanza de los que operaban en Francia desde hacía veinte años. Estos granaderos eran los especialistas en la utilización durante el combate de las granadas[1]. En un principio se eligieron para esta función a los cuatro hombres más robustos y valientes de cada regimiento «para desalojar a los sitiados del camino cubierto».

Esta Real Orden, firmada por Carlos II, decía así: «Teniéndose no sólo por útil, sino necesaria, la introducción de compañías de granaderos en mis Ejércitos como se estilan en los de otros príncipes, a que da justo motivo la forma con que se sirven de ellas los enemigos, para poderles hacer oposición y ofensa con igualdad de armas en las operaciones; he resuelto que, en cada uno de los Ejércitos de Cataluña, Flandes y Milán, se formen cuatro compañías, de a cincuenta hombres cada una, escogiéndose los que fueren más a propósito para este manejo y armándolas con fusiles y bayonetas que se puedan fijar en ellos, de manera que después de haber disparado les sirvan como chuzos o medias picas; y que en los puestos, guardias y puertas de las plazas haya siempre granadas para lo que ocurriere. Y para alentarlos a este servicio, en lugar de ventaja se les podría doblar la ración del pan, por remuneración y alivio de la fatiga que tuvieren en las correrías y otras facciones». Así, se puede apreciar que realmente lo que les diferenciaba de los soldados ordinarios era una mayor ración de pan. Lo cual seguramente sería de gran importancia en la época.

Estas compañías se formaban seleccionando de cada compañía de fusiles del batallón a once soldados y un cabo. Sus mandos eran un capitán, un teniente y dos sargentos, y solían ser los más antiguos de todo el batallón. Los granaderos también se distinguían del resto de los soldados por llevar un gorro[2] con un diseño especial, sin alas, llamado birretina, que sustituía a los gorros de dos picos del resto de la tropa, ya que esta singular prenda no les impedía lanzar granadas con el brazo. También llevaban una bolsa de cuero con una decena de granadas, llamada “bolsa granadera”, y un mechero de latón con cuerda y mecha. Estas compañías de granaderos eran consideradas las “manos de sus generales” y eran empeñadas en la batalla en los lugares de mayor riesgo.


Algo más de un siglo después, mediante la Real Orden de 5 de agosto de 1789, denominada “Nueva planta de granaderos para los Batallones de Marina”, se consideró necesario determinar ciertos privilegios para los granaderos del Cuerpo tras haberse comprobado que «en los Batallones de Marina los soldados de talla que hacen el servicio de granaderos no gozan ningún aumento al prest[3] de fusileros, resultando que cuando cumplen el tiempo de su empeño usan de la licencia absoluta para tomar partida en los regimientos del Ejército», a pesar de que eran soldados seleccionados para realizar una labor más distinguida. Señalándose entonces hasta cuál debería ser su sueldo y distintivo desde ese momento: «Ha resuelto el Rey que en cada compañía de los Batallones de Marina haya nombrados de plaza fija, un cabo primero, otro segundo y dieciséis soldados, para servir de granaderos en los casos que fuere necesario, debiendo llevar en la vuelta de la casaca, una granada abierta de estambre o lana amarilla, con un cordón de oro al canto para que los diferencie de los fusileros, y con el goce al mes de 67 reales de vellón el cabo primero, 57 el cabo segundo y 48 el granadero». Este salario era un aumento considerable en el sueldo mensual de los granaderos con respecto al de los fusileros, aunque seguía siendo un sueldo menor al que cobraban los granaderos del Ejército, que era de justo tres reales más en cada empleo.

Como hemos visto, el distintivo de los granaderos de Marina era una granada abierta.

Cuenta la tradición que, en reconocimiento a la conducta de las tropas de Marina que defendieron La Habana del asalto británico del verano de 1762, el rey Carlos III le otorgó al Cuerpo la denominación de “Real”, quedando vinculado así especialmente a la Corona desde entonces. Vinculación que les permitía a sus miembros disfrutar de ciertas ventajas, tales como ser juzgados por tribunales especiales o tener prioridad en el pagamento, entre otras. Motivo por el cual, se empezaron a utilizar galones flordelisados[4] en muchos elementos de la uniformidad, para dejar constancia de esa estrecha relación con la monarquía. En la confección de las sardinetas, que se declararon reglamentarias para los granaderos de Marina tras la publicación de la Real Orden de 28 de noviembre de 1808, también se utilizaría este galón flordelisado.

Terminada la Guerra de la Independencia, se extendió el uso de las sardinetas a todo el Cuerpo de Infantería de Marina por la Real Orden de 15 de octubre de 1815, como distintivo de las compañías de preferencia, en premio a la excelente actuación de los regimientos de Marina durante el conflicto. Esta Real Orden de Fernando VII literalmente decía lo siguiente: «Enterado el rey Nuestro Señor, por el oficio de V.E. de 5 del corriente de que el Serenísimo Señor Infante General ha dado al coronel del primer regimiento de Marina el galón de oro suficiente para poner divisa a los sargentos en el cuello y vueltas de la casaca, igualmente que en los morriones, con la prevención de que a la tropa se le pusiese galones y sardinetas de estambre en las vueltas de las mangas, como usan los batallones de Reales Guardias, se ha servido S.M. aprobar esta Disposición de Su Alteza, y quiere que lo mismo se practique con los demás regimientos y batallones de Marina, haciéndose notorio en la Armada esta declaración».

Mediante el Real Decreto de 7 de enero del año 1827, en la reforma del Cuerpo del ministro de Marina Luis María de Salazar, ya no se contemplaba en su organización la figura de los granaderos de Marina, por lo que se puede considerar esta fecha como la de su desaparición definitiva, si bien las sardinetas perduraron como distintivo de los infantes de marina. Distintivo que, tras la Real Orden de 21 de agosto de 1866, cambiaría su diseño a uno más parecido al actual.


En este momento, es justo aclarar que, a pesar de todo, en esa época las sardinetas no eran exclusivas de la Infantería de Marina, ya que los cazadores del Ejército de Tierra[5] también las portaban en sus bocamangas. La diferencia sustancial era que, mientras los infantes de marina llevaban las sardinetas cosidas sobre vivos encarnados, los cazadores del Ejército las llevaban sobre vivos verdes.

Pero después de la desaparición de estas unidades de cazadores en el Ejército de Tierra tras la reforma del año 1931[6], tan sólo en el Cuerpo de Infantería de Marina se mantuvo la tradición de las sardinetas en la uniformidad.

Con el advenimiento de la Segunda República se eliminaron todos los signos monárquicos, afectándole, en el caso concreto de las sardinetas del Cuerpo, a que desde entonces ya no se confeccionarían más con galón flordelisado; tal y como reflejó el punto 3º de la Orden de 25 de abril de 1931:

«(el) dibujo flordelisado será reemplazado por otro igual al del galón reglamentario para divisas, y en los galones de oro de todas las clases que lleven dicho dibujo será éste sustituido por el llamado de panecillo».

 Su última reglamentación se reflejó en la Orden Ministerial núm. 603 “Emblemas y Divisas” de 6 de agosto de 1979, que incluso contenía una figura representativa.


Veinte años más tarde, en la Orden Ministerial núm. 12 “Emblemas de la Armada” de 15 de enero de 1999, en el apartado 2.2.2. serían descritas de la siguiente manera:
«Tres sardinetas bordadas en oro que arrancarán del sutás de la bocamanga. Una centrada en la cara externa de cada manga y las otras dos con los bordes internos a 14mm de los de la primera. Cada una se formará por dos galones de oro laterales: de 13mm de ancho formados de fuera a dentro por un hilo trenzado de 1mm de ancho, media caña de 2mm, una tira de panecillo de oro de 8mm y media caña de 2mm, y entre ambas una cinta negra de canutillo transversal de 2mm de anchura. La punta de la sardineta formara un ángulo de 90 grados y las dimensiones totales serán de 28mm de ancho por 30mm de alto, incluida la punta».

NOTAS

[1] Que eran unos ingenios explosivos formados por un recipiente de metal, barro o cristal relleno de pólvora, llamados así por su parecido al fruto del mismo nombre.

[2] Normalmente forrado de pelo de oso, según nos cuenta la tradición.

[3] Haber o sueldo que se le entregaba en mano al soldado.

[4] Aquéllos que incorporan el dibujo de la flor de lis, símbolo de la dinastía borbónica.

[5] Estas unidades se habían creado en el Ejército en el año 1793, siendo la primera el Batallón de Cazadores de Barbastro. Iniciada la Guerra de la Independencia, en el año 1810 se ordenó la creación de una compañía de cazadores dentro de cada uno de los batallones de Infantería. Para pertenecer a ellas se seleccionaban a los hombres más ágiles y mejores tiradores, ya que su misión principal era la de servir como tropas ligeras, combatiendo dispersos y protegiéndose con los accidentes del terreno, en lugar de en una línea cerrada como los fusileros de las compañías de los batallones de los regimientos de línea.

 [6] Sólo han perdurado con ese nombre los cazadores de montaña y los cazadores paracaidistas, siendo sus funciones sensiblemente diferentes a las de los cazadores del Ejército originales.

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