ENRIQUE DE LAS MORENAS, EL CHICLANERO HÉROE DE BALER

 

Entrevista publicada en el periódico LA VOZ DE CÁDIZ el día 16 de febrero de 2023                                                                                 (periodista Verónica Sánchez)


«Un gran estudioso, un intelectual de su época; pero con un profundo amor por la milicia y con un gran sentido del deber y de la defensa de España, tanto de la peninsular como, en este caso concreto, de la de los territorios de Ultramar», así define al comandante Enrique de las Morenas y Fossi otro militar, el comandante de Infantería de Marina Jesús Campelo Gaínza, miembro de la Asociación Española de Militares Escritores y autor de dos libros sobre historia de la Armada.

Comandante de Infantería, caballero Laureado de San Fernando y héroe de Baler, la vida de Enrique de las Morenas y Fossi es, sin duda, tan desconocida como apasionante. Hijo del abogado Enrique de las Morenas Costadoat, y de Cecilia Fossi Mingueo, nació en Chiclana el 3 de mayo de 1855. Al morir su padre, se trasladó a Cabra (Córdoba), donde residió hasta que, con 19 años, obtuvo plaza de cadete en la Academia Militar de Castilla. Recibió numerosas condecoraciones tras la tercera guerra carlista por su meritoria actuación en la misma. Posteriormente, dejó la milicia con sendas excedencias por enfermedad (sufría de una grave ciática) y para atender negocios particulares. 

Una vez obtenida plaza de notario en Baena, solicitó el ingreso en la Escala de Reserva Retribuida. En 1896 ascendió a capitán de la Escala de Reserva y pidió destino al Batallón Expedicionario de Cazadores nº 9, uno de los quince enviados por Cánovas a Filipinas para hacer frente a la insurrección tagala. Dos años más tarde fue uno de los protagonistas del sitio de Baler, donde perdió la vida.

Decidió refugiarse en la iglesia

En Baler, el comandante de las Morenas, jugó «un papel complicado, sin lugar a dudas, ya que él tenía la responsabilidad de aquel lugar como su Comandante político-militar que era», explica el comandante Campelo. «Aunque Enrique de las Morenas ya se encontraba en Filipinas desde casi un año antes, por lo que conocía la situación perfectamente. Sería el 29 de enero de 1898, cuando el capitán general Ramón Blanco le nombró responsable de aquel distrito del Príncipe, con capital en Baler. Aquella era una zona muy conflictiva, donde desde hacía meses se producían frecuentes incidentes armados. De hecho, ya habían estado cercados antes por los tagalos un centenar de cazadores del Batallón Expedicionario nº 2, muriendo un teniente y nueve soldados».

Cuando de las Morenas «llegó a tomar el mando físicamente de aquel destino, tan complejísimo, los insurrectos hacía poco que habían levantado el cerco tras la firma del Pacto de Biak-na-Bató. Pero la situación era de una tensa calma. A él le acompañaban los cincuenta soldados del teniente Juan Alonso Zayas, también del citado batallón, que serían los que protagonizarían los famosos hechos que iban a ocurrir. Todo estallaría a partir de que en abril los Estados Unidos le declararan la guerra a España. La situación se fue empeorando enormemente día a día, siendo el peor el 20 de mayo, cuando a la vez que se conocía la noticia de la derrota naval en Cavite, una numerosa partida de insurrectos rodeaba Baler. Poco después el capitán de las Morenas decidiría que lo mejor iba a ser refugiarse en la iglesia del pueblo. Ese era el sitio desde donde mejor podrían defenderse. Y esperar ayuda».

Una «tremenda gesta»

Fueron 'los últimos de Filipinas'. En esa iglesia «Enrique de las Morenas tendría que gestionar una dificilísima situación, rechazando innumerables propuestas de rendición y soportando continuos ataques, hasta que el 22 de noviembre, tras más de cuatro meses de asedio, murió enfermo de beriberi. Su muerte se le ocultaría al enemigo, para no envalentonarlo aún más. En ese momento sólo quedaban vivos tres cabos, 37 soldados y Vigil de Quiñones, que era el médico. Todos al mando del también famoso teniente Saturnino Martín Cerezo, que había relevado poco antes a su compañero Zayas que también había muerto enfermo. Ellos resistirían aquel infierno todavía siete meses más», explica el militar historiador. 

El 2 de junio de 1899 los supervivientes capitularon, con una serie de condiciones. Su gesta fue reconocida y ensalzada por los propios filipinos que respetaron y alabaron el valor de los hombres de Enrique de las Morenas. «Para los que somos militares y encima estudiosos de nuestra historia, lo que realizaron aquellos compatriotas fue una tremenda gesta, que se puede poner mil veces como ejemplo para otras situaciones parecidas», asevera el comandante de Infantería de Marina. «Demostraron un sentido del deber y de la responsabilidad tan elevado, que les obligó hasta a rechazar todas las propuestas de rendición que les ofrecían, por muy atractivas que éstas fueran. Aquellos supervivientes lo resistieron todo, sin desfallecer, desde los tremendos ataques enemigos hasta el hambre, la sed y las enfermedades. Un hecho realmente heroico que fue reconocido hasta por el propio presidente filipino Emilio Aguinaldo y que los norteamericanos valoraron como modelo de resistencia ante un asedio enemigo. No en vano, hasta tradujeron las memorias de Martín Cerezo para estudiarlas en sus academias. Mítica sería la frase del capitán de las Morenas precisamente, poco tiempo antes de perder la vida, y que yo creo que resume todo lo que sentían esos hombres: 'La muerte es preferible a la deshonra'».

A pesar de que al comandante Enrique de las Morenas se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando y está enterrado en el Mausoleo de los héroes de Cuba y Filipinas del madrileño cementerio de la Almudena, poca gente ha oído hablar de este héroe chiclanero. «Eso desgraciadamente es una constante en nuestro país, y ocurre con otros muchos de nuestros héroes y personalidades», apunta el comandante Campelo. «Además, él fue condecorado con la máxima recompensa militar española en el trascurso de unas guerras de independencia. Lo que es un tema peliagudo y que encierra muchas complicaciones de todo tipo a la hora de afrontarlo, sobre todo si es tergiversado, ya sea queriendo o sin querer», concluye el comandante. «Por eso cualquier iniciativa que surja donde se le dé a conocer y ensalzar su figura, para personas como yo es muy de agradecer. Y más tratándose de un paisano, de un gaditano de Chiclana».

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