LA LEGIÓN REAL DE MARINA
Artículo publicado en el BOLETÍN DE INFANTERÍA DE MARINA del mes de junio de 2020
El 18 de octubre de 1807, tras la firma del Tratado de Fontainebleau, las tropas del emperador Napoleón Bonaparte entraron en la península ibérica con el pretexto de invadir Portugal. Pero tras ocupar varias ciudades importantes de España, y quedar de manifiesto que su verdadero objetivo era el derrocamiento de los Borbones para imponer su propia dinastía, se desencadenó un levantamiento generalizado del pueblo español, cansado también de las exigencias y desmanes de los soldados franceses que se encontraban apostados en la mayoría de ciudades y pueblos.
De todos ellos, el más importante sin duda fue el que se produjo el 2 de mayo de 1808 en Madrid (1).
La carga de los mamelucos, de Francisco de Goya
Prácticamente, casi de inmediato, estas violentas revueltas causarían el estallido de la que se conoció como la Guerra de la Independencia, cuya principal intención fue expulsar al invasor francés.
Como no podía ser de otra manera, en este conflicto los infantes de marina lucharon valerosamente en muchas famosas batallas, la mayoría de las veces “pie a tierra”, si bien hubo una importante batalla naval donde los infantes de marina tuvieron una señalada participación: la de la Poza de Santa Isabel, en el centro de la Bahía de Cádiz y considerada como la primera victoria española en esta guerra. Allí se encontraban fondeados los seis barcos franceses que habían conseguido salvarse de la batalla de Trafalgar, pero que no habían podido marcharse por el bloqueo marítimo inglés que aún se mantenía. Cuando llegaron a Cádiz las noticias del levantamiento en Madrid, el almirante español Ruiz de Apodaca quiso apresarlos; pero en lugar de enfrentarse a ellos con sus navíos, organizó el 14 de junio de 1808 una curiosa fuerza naval, armando cincuenta pequeñas barcas de remos con un cañón de 24 libras en la proa de cada una. El plan fue que estas lanchas cañoneras los asaltaran en primera línea, por delante de varios botes auxiliares con tropas de Infantería de Marina listos para abordar los buques franceses. La agilidad de estas embarcaciones las hizo ser un blanco poco preciso para batirlas desde los navíos enemigos, las cuales eran capaces de situarse en las aletas o amuras de su objetivo, sin que éste pudiera evitarlo. Después de unas cinco horas de combate, la escuadra francesa se rindió sin condiciones, pasando estos seis buques (Héros, Neptune, Algésiras, Pluton, Argonaute y Cornelie, con sus 456 cañones) a la Armada española con sus nombres originales, aunque lógicamente castellanizados. Al mando de ellos se pusieron los segundos comandantes de los buques españoles que se encontraban en el puerto de Cádiz. En esta acción se distinguió notablemente el sargento de Infantería de Marina Tomás Pío Pérez de los Ríos, que fue el primer hombre que con gran arrojo saltó sobre la cubierta del Héros. En total los franceses tuvieron 13 muertos y se les hicieron 3.676 prisioneros. Por parte española sólo hubo 4 muertos y 21 heridos.
Al comienzo de esta guerra, el Ejército de Tierra español contaba con unos 140.000 efectivos, divididos en 45 regimientos de Infantería de línea, 43 regimientos de milicias provinciales, 12 regimientos de caballería y 62 baterías de artillería. Tras la creación de la Junta Central de Guerra, se reclutaron más de 500.000 hombres y 50.000 jinetes, que se organizaron en cuatro grandes Ejércitos: el de la Izquierda (con los ejércitos de Galicia y Asturias), el del Centro (con los de Andalucía, Extremadura, Murcia y Castilla), el de la Derecha (con los de Cataluña, Valencia, Aragón y Mallorca) y el de la Reserva (con las divisiones de Palafox, Saint March y O,Neill).
Por su parte, en la Armada las Tropas de Marina no llegaban a los 7.000 hombres. Apenas cuatro regimientos de Infantería de Marina que estaban distribuidos en los tres Departamentos Marítimos: los dos primeros en el de Cádiz, el tercero en el de Ferrol y el cuarto en el de Cartagena, los cuales fueron siendo asignados a lo largo de todo el conflicto a las diferentes columnas del Ejército, siempre con una actuación ejemplar (2).
De todas formas, el motivo de este artículo es especialmente la historia de una curiosa unidad de infantes de Marina, formada para este conflicto en el Departamento Marítimo de Cádiz, y que se llamó LA LEGIÓN REAL DE MARINA.
La creación de la Legión Real de Marina
El 19 de octubre de 1808, el Comandante General de la Infantería de Marina, el teniente general Pedro de Cárdenas, le ordenó al Comandante Principal de la Infantería de Marina del Departamento de Cádiz, el brigadier Serrano Valdenebro, la creación de una unidad de la Armada que, con el nombre de Legión Real de Marina, reuniera todas las fuerzas del Cuerpo sitas en ese Departamento, para incorporarse a la campaña integrados en las divisiones del Ejército de Tierra.
Según algunos historiadores, al parecer la Junta Suprema Central de Sevilla (4), aprobó el proyecto de constitución de esta nueva unidad, pero no su nombre, aunque la realidad fue que José Serrano Valdenebro en todos sus documentos oficiales le dio siempre esa denominación de Legión Real de Marina. El motivo que esgrimió la Junta Central fue que esa unidad terrestre de la Armada se había disuelto justo antes de formarse, debido a la premura de tiempo para salir a campaña. Cosa que nunca admitió Valdenebro, quien siempre se presentó como “Comandante de la Legión de Marina”.
A este nombre de esta unidad de Infantería de Marina también se refirió el Ministro de Marina Antonio de Escaño en sus memorias, cuando dijo: «Que estaba organizándose dicho Cuerpo con el nombre de Legión Real de Marina al mando del brigadier don José Serrano Valdenebro a nuestra llegada a Sevilla, pero la urgencia de guardar el paso de Santa Olalla, en el camino de Extremadura y de reforzar las tropas que se reunían en la Carolina de Sierra Morena, obligó a dar las órdenes más precisas para que Valdenebro saliese cuanto antes con dos Batallones de Marina y dos brigadas de artillería, para fortificar y guardar ese paso».
Este brigadier Serrano Valdenebro, que tuvo el honor de ser uno de los doce capitanes de fragata que el rey Carlos III nombrara en 1787 como primeros comandantes de un batallón de Marina (5), siempre fue un gran defensor de que la Armada tuviera una buena Infantería de Marina, dejándolo así reflejado en su libro “Discurso del arte de la guerra”, donde escribió: «el Cuerpo de la Armada mantiene un nervio de Infantería formidable. El rey cuenta con ella, con esa Infantería, no sólo para defensa de sus naves sino para todo género de operaciones de guerra».
De cualquier modo, el 28 de noviembre de1808, se dispuso que cuando un batallón de Marina se integrase en una unidad del Ejército de Tierra, se acatarían desde ese momento todas sus ordenanzas. La principal consecuencia de esta orden fue que las tradicionales banderas coronelas de las tropas de Marina tuvieron que dejar de ser moradas y volver a hacerse, pero en color blanco, a semejanza de las del Ejército.
Pocos meses después, mediante el Decreto de la Junta Suprema Central de 16 de enero de 1809, y ante las necesidades de esta Guerra de la Independencia, se amplió aún más la entidad del Cuerpo de Infantería de Marina, organizándose definitivamente en seis regimientos: los tres primeros en Cádiz, dos para campaña (la susodicha Legión Real de Marina) y otro, el tercero, como defensa de la guarnición; dos más en Cartagena (el cuarto y el quinto) y un sexto regimiento de Marina en Ferrol (6).
Las principales batallas de la Legión de Marina: Talavera y Ocaña.
Una de las acciones más importantes de los regimientos de esta Legión de Marina se produjo el 12 de junio de este año de 1809, cuando su fuerza que estaba acantonada en el paso de Santa Olalla (Toledo), salió a reunirse con el Ejército de operaciones del general Cuesta. Al mando de ella iba el brigadier Serrano Valdenebro, batiéndose brillantemente en el combate de Ciudad Real y distinguiéndose en la victoriosa batalla de Talavera (Toledo) del 27 de julio. En esa batalla se enfrentaron los 35.000 soldados británicos del general Wellesley (futuro Lord Wellington) y los 20.000 soldados españoles del general Cuesta, contra los más de 50.000 soldados napoleónicos de José Bonaparte. El Ejército aliado estaba posicionado entre el río Tajo y el Cerro de Medellín, situándose los españoles en tres líneas a la derecha junto a la ciudad de Talavera y los ingleses a la izquierda, ocupando el cerro con un refugio artillado.
El asalto de los franceses se inició de madrugada sobre las posiciones inglesas, quienes aguantaron los ataques tras haber reforzado su flanco izquierdo con la caballería española y la quinta división española de Bassecourt (donde estaban los infantes de marina). Visto el escaso éxito del ataque, José Bonaparte se reunió con sus generales para decidir si retirarse o continuar. Tras una larga deliberación decidieron continuar la batalla, pero Wellesley aprovechó este descanso para reforzar sus posiciones con artillería española, y cuando volvieron a atacar los franceses contra las posiciones británicas, fueron repelidos dejando tras de sí más de 7.000 bajas.
Durante el resto de esa tarde, el Ejército aliado se dedicó a restablecer sus líneas para continuar la batalla al día siguiente, pero al amanecer, los aliados descubrieron que el Ejército francés se había retirado. En el bando aliado hubo 5.000 bajas inglesas y unas 1.200 españolas.
A raíz de este éxito, Serrano Valdenebro fue ascendido a mariscal de campo y los dos jefes de los regimientos de Marina fueron también ascendidos por méritos en campaña, siendo relevados por el capitán de navío Salomón en el 1er regimiento y por el capitán de navío Meléndez Bruna en el 2º.
El 19 de noviembre de 1809 se produjo la derrota de Ocaña, donde la Legión Real de Marina protegió la retirada del Ejército español del general Cuesta ante un enemigo muy superior, destacando su heroico comportamiento en el momento culminante de la batalla, cuando se mantuvieron cubriendo la retirada conteniendo el ataque contrario, hasta que finalmente fueron desbordados por la caballería francesa.
En esta heroica acción el 1er regimiento sufrió 24 bajas de oficiales y 1.044 de tropa. Del informe del general Jácome, jefe de la sexta división española, se extrajeron las siguientes palabras relativas al 1er regimiento de Marina: «…en la desgraciada batalla de Ocaña tuvo la gloria de distinguirse muy particularmente, sosteniendo la retirada contra unas tropas vencedoras que lo cargaron con la mayor intrepidez, en cuya obstinada resistencia ha sido ocurrida la pérdida que ha tenido, tanto de oficiales como de valientes soldados; pérdida tan gloriosa como de difícil reparo y que tan eterna debe ser su memoria para las armas españolas».
En el otro ala, donde la retirada fue algo más ordenada, también se distinguió el 2º regimiento de marina, del que dijo el general Francisco Copons, jefe de la séptima división española: «El segundo regimiento de Marina se ha portado en la batalla dada a los franceses en los llanos de Ocaña, con todo el honor, valor e intrepidez dignos de elogio, que ha llenado este Cuerpo de tal forma sus deberes, que lo hacen acreedor a toda la consideración de Su Majestad y aprecio de la nación. Si todo el Ejército hubiera sido de marinos, ahora mismo estaríamos paseando por el Paseo de El Prado».
En esta batalla de Ocaña los españoles perdieron treinta banderas, pero ninguna fue de Infantería de Marina, destacando el alférez de fragata José Fermín Pavía, cuando siendo abanderado de la coronela del 2º regimiento de Marina, salvó su bandera luchando furiosamente contra varios dragones franceses que intentaron arrebatársela.
Y lo hizo con tanta valentía, que por estos hechos fue recompensado años después con la Cruz sencilla de San Fernando de primera clase.
La disolución.
El 8 de enero del año 1810, los diezmados regimientos de Marina primero y segundo se asentaron en Úbeda y en La Carolina, respectivamente, con la misión de proteger la retirada del Ejército español ante el violento avance de las tropas napoleónicas hacia el sur. Tras resistir heroicamente durante varios días, finalmente ambos regimientos recibieron también la orden de retirarse, el primero hacia Málaga y el segundo hacia Huelva, desde donde embarcarían rumbo a la Isla de León para formar parte de las fuerzas de defensa ante el asedio francés, dándose ya desde ese momento la Legión Real de Marina como disuelta. Su jefe, el mariscal Serrano Valdenebro, sería destinado como comandante en jefe de las Tropas de guerrilla de la serranía de Ronda.
En la Isla, sus antiguos miembros tomarían posiciones en los alrededores del castillo de San Romualdo y del puente Suazo, a las órdenes del anterior jefe del 1er regimiento, el recién ascendido a general jefe de escuadra Juan de Dios Topete quien, al mando de todas las fuerzas españolas concentradas allí, evitaría que ni esta ciudad ni Cádiz, llegasen a ser nunca conquistadas por el enemigo.
NOTAS AL PIE DE PÁGINA:
(1). - En este famoso levantamiento de Madrid ya hubo infantes de marina, en concreto una decena de granaderos de marina al mando del subteniente Manuel Esquivel, que se encontraban ese día de guardia en el Gobierno Militar, justo en la Puerta del Sol. Aunque fueron casi mero testigos, pues apenas pudieron actuar por orden del Capitán General de Castilla, que decidió que los militares españoles permanecieran acuartelados y pasivos, ese día murió uno de ellos, el infante de marina Esteban Casales Riera, primer caído de la Armada en esta Guerra, el cual quiso inmortalizar Francisco de Goya en su cuadro “la carga de los mamelucos”, apareciendo tumbado al lado izquierdo y con un corte en el cuello.
(2). - De todas ellas, cabría hacer una mención especial a la compañía de granaderos de Marina del Departamento de Cádiz, que estaba encuadrada en el 1er batallón de Reales Guardias Españolas de la división del general Teodoro Reding, que participó en la batalla de Bailén del 19 de julio de 1808. Tras ella, el duque del Infantado proclamó: «que en las acciones de guerra han sido los soldados de Infantería de Marina un ejemplo de bizarría y fuera de ellas, un modelo de disciplina». Por su heroísmo y arrojo durante toda esta guerra, se les otorgó un escudo de distinción con la leyenda “Infantería invencible”, que portaban cosido en la bocamanga del uniforme. Ésta de Bailén fue la primera derrota en campo abierto de Napoleón, donde se enfrentó el Ejército de 24.430 franceses del general Dupont con el Ejército de 29.770 españoles del general Castaños. Por parte española sólo hubo 243 muertos frente a los más de 2.600 franceses, y quienes además se les hicieron 17.600 prisioneros.
(3). - En este punto es preciso recordar que hasta que en el año 1827 no se creó una escala de oficiales propios del Cuerpo, las fuerzas de Infantería de Marina las mandaban oficiales de Cuerpo General, los cuales durante su carrera podían estar al mando igualmente de buques que de unidades de tropa.
(4). - Institución encargada de dirigir la guerra en todo el territorio nacional, y que se trasladaría a la Isla de León dos años más tarde debido al acoso napoleónico.
(5). - En concreto él estuvo al mando del 9º batallón. Los otros once batallones que en ese momento existían el Cuerpo, lo mandaron respectivamente los capitanes de fragata José de la Valeta, Juan Villavicencio, Ignacio Iturriaga, Antonio de Landa, Antonio del Postigo, Marcos Fongión, José Barrientos, Tomás Smit, Francisco Herrera, Ramón de Bertendona y Pedro Ristori. Doce batallones que en 1806 el entonces rey Carlos IV decidió reducirlos drásticamente a tan sólo cuatro, de unos mil hombres cada uno, y que en el espacio de dos años llegaron a ir creciendo paulatinamente hasta constituir los cuatro regimientos que existían al comienzo de la guerra.
(6). - Regimiento gallego condecorado con la Cruz de distinción de Tolosa, por ser la primera fuerza española que el día 10 de abril de 1814 pisó tierras francesas persiguiendo a las tropas de Napoleón.
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