FALTA RECONOCER A LOS MIEMBROS DE LA ARMADA RESCATADORES DE LA EXPLOSIÓN DE CÁDIZ
Entrevista publicada en el periódico LA VOZ DE CÁDIZ el día 16 de agosto de 2023 (periodista Verónica Sánchez)
El comandante en la exposición de la explosión del Castillo de Santa Catalina
- ¿En qué consiste su investigación sobre la explosión de Cádiz?
Siempre me llamó mucho la atención que alrededor de esa desgracia ocurrida en nuestra ciudad se hubiera escrito profusamente sobre las víctimas, sobre las posibles causas y culpables y hasta sobre las consecuencias que tuvo en el desarrollo urbano de la ciudad. Pero de los rescatadores se había hablado muy poco, sabiendo yo que en los archivos del Tercio del Sur de Infantería de Marina, en San Fernando, existían los informes personales, escritos por su puño y letra, de todos los mandos que intervinieron aquellos terribles días en el auxilio a los damnificados. Unos documentos originales muy interesantes que he podido estudiar varias veces junto con mi amigo José Antonio Aparicio Florido, sin duda el mayor investigador de la explosión de Cádiz, con varios libros publicados sobre este tema.
- Y hace unos meses participó en el programa 'Cuarto Milenio' para hablar de este suceso, del que ahora se cumple otro nuevo aniversario. ¿Cómo le surgió esa oportunidad?
Pues surgió porque Iker Jiménez quiso que alguien de la Armada diera su visión de aquella catástrofe, y me designaron a mí después de que su colaborador Fernando García Echegoyen supiera de mi investigación. Fue buena experiencia.
Infantes de Marina en la calle Tolosa Latour
- En el programa usted habló de un extraño suceso que ocurrió esa noche.
Así es. Justo del momento en el que, cuando llegó a la zona la sección contraincendios de la compañía de Defensa Pasiva del Tercio del Sur, se encontraron con el problema de que no tenían donde enganchar las mangueras de la motobomba que habían traído para extraer el agua necesaria para apagar los tres incendios que existían (junto al almacén en el que aún quedaban 491 minas sin explosionar, en un depósito de gasolina que estaba a apenas 25 metros y en un vehículo de la Base que estaba ardiendo). En los documentos originales a los que hago referencia se menciona que, en esos justos momentos, de gran nerviosismo y confusión, y en medio del caos y de una oscuridad absoluta sólo iluminada por las llamas cercanas, apareció una persona que señaló el punto exacto entre los escombros donde se encontraba la boca de un aljibe subterráneo. ¿Quién fue ese hombre? Nadie lo especifica.
De hecho, en el informe del capitán Anguiano, jefe de la compañía, lo describe como un mayor (una categoría propia de los especialistas de Marina de aquella época, justo entre el subteniente y el alférez de fragata), por lo que se entiende que iba de uniforme al identificarlo con ese empleo. Aunque este capitán dice que «ignora quien pudo ser». En cambio, en el otro informe donde aparece referencia a quien señaló donde había agua, el del teniente Montáñez, jefe de la sección contraincendios del Tercio, habla también de un suboficial de la Base, sin mencionar tampoco su nombre, pero luego de que quien estaba con ellos iba de paisano. Pero después, en los otros 54 informes personales restantes de ese documento, ya sólo se menciona este hecho en cuatro ocasiones con unos lacónicos «un aljibe encontrado por casualidad», «un aljibe encontrado entre los escombros», o incluso «cuando se encontró un aljibe» o «dándose con un aljibe». ¿Cómo puede ser eso? ¿Es que apareció de pronto de la nada sin más? Algo muy extraño para unos informes tan detallados. El caso es que la aparición de ese pozo, en ese justo momento, fue fundamental ya que con las 115 toneladas de agua que contenía, se pudieron apagar todos los fuegos y así eliminar la posibilidad de una segunda explosión.
Del informe del capitán Anguiano
- ¿Y tiene usted alguna teoría de quien pudo ser esa persona?
Pues desgraciadamente no he podido saber quién pudo ser, a pesar de estudiar con detalle todos esos informes. Y me surgen muchas incógnitas. ¿Cómo podía haber un suboficial tranquilamente entre los escombros esperando a que llegaran los de contraincendios? ¿Ileso y después de haber sobrevivido al desastre? ¿Sólo ahí en medio ante el riesgo de una segunda explosión? ¿En una zona acordonada donde la Guardia Civil le prohibía el paso a todo el mundo? (incluso hasta a las fuerzas que venían de San Fernando en un primer momento). No sé, yo no digo que sea algo sobrenatural, pero la verdad es que es muy extraño. Al principio llegué a pensar que se podía tratar del mayor Miguel Ghersi Cárdenas, que también vino desde La Carraca con otro equipo contraincendios de la Marina. Pero en el informe del capitán Aparicio, jefe del Batallón Antiaéreo, se dice que este segundo equipo se quedó en la puerta de la base cuando llegó de San Fernando y que, una vez «localizado el aljibe por nuestras fuerzas», se marchó entonces a sofocar el incendio que había en los Astilleros. Por lo tanto, ese mayor Ghersi nunca llegó a entrar a donde estaban los Infantes de Marina. En fin. Si como tiene que hacer un investigador, nos basamos tan sólo en lo escrito y documentado, sin elucubraciones, conjeturas ni inventos, éste es un caso que queda sin explicación. Y con muchos interrogantes. Ahora cada uno que saque sus conclusiones.
Del informe del capitán Aparicio
- ¿Qué más funciones realizaron los infantes de Marina de San Fernando tras esta terrible explosión?
Esto aparece en el cartel que pusimos en el museo permanente de la explosión del castillo de Santa Catalina, junto a un uniforme blanco de capitán de Infantería de Marina. Una exposición que por cierto recomiendo que visiten todos los gaditanos, para que así puedan conocer los detalles del suceso más trágico ocurrido en nuestra ciudad en el siglo XX. Cuando llegaron los del Tercio del Sur a la zona de explosión, y después de que la Guardia Civil les dejase pasar, extinguieron los incendios como ya hemos visto, rescataron víctimas de entre las ruinas de los edificios, proporcionaron vigilancia a las casas destruidas para evitar saqueos, comenzaron con el desescombro de las calles, organizaron un parque de vehículos para las evacuaciones de heridos y, por último, también se dedicaron a instalar las tiendas de campaña que sirvieron como alojamientos de los supervivientes. Una diversidad de tareas que fueron perfectamente coordinadas por el teniente coronel Antonio Ristori, nombrado años más tarde Hijo Adoptivo de la ciudad de Cádiz.
- Sostiene usted que la Armada fue una de las más perjudicadas por esta catástrofe.
Claro, y ese es un dato que se extrae del listado de fallecidos, sobre todo porque muchos vivían en la propia base o en viviendas cercanas. Del total de los 150 fallecidos en esta catástrofe, 20 fueron militares de la Armada o sus familiares. El resto sabemos que fueron 26 niños, cinco religiosas, la hermana del capellán y 12 trabajadoras de la casa cuna, 25 obreros en los astilleros, más 61 vecinos que se encontraban en sus domicilios o en las calles cercanas en ese trágico momento. Y eso sin contar el enorme número de heridos, que como sabemos rondaron los 10.000. Pero es que además la Armada resultó enormemente perjudicada en su prestigio, sobre todo entre los propios gaditanos, y eso cuando hasta el propio jefe de la base, el capitán de fragata García-Agulló, tan sólo un mes antes volvió a alertar de la peligrosidad de seguir custodiando esos artificios explosivos allí, pidiendo su urgente traslado. Pero desde las más altas esferas no se le hizo caso. Lo mismo que ocurrió en 1943 tras el informe del Jefe de la División de Armas Navales, el teniente coronel Bescós Lasierra.
- Por último, ¿cree usted que aún queda algo más por hacer con respecto a esta catástrofe?
Por supuesto. Considero que todavía falta un reconocimiento individual a aquellos miembros de la Armada que aún siguen vivos (incluyendo por supuesto a los marineros del famoso 'grupo de Pery Junquera'). También que se retomase lo de la concesión de la Medalla de Oro de la ciudad al Tercio del Sur de Infantería de Marina, que se propuso el año pasado con ocasión del 75º aniversario y que no tuvo éxito. No debemos olvidar que, aunque la mayoría eran de la milicia de reemplazo, no dudaron en poner su vida en peligro para salvar las de los demás. Y eso habría que reconocerlo.
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