CAMBIOS Y CONTINUIDAD DE LA INF. MARINA DESDE FERNANDO VII A LA RESTAURACIÓN

      Artículo publicado en el CUADERNO DE HISTORIA MILITAR nº 9 de Desperta Ferro de abril de 2024




El siglo XIX fue enormemente convulso en España. Comenzó con la derrota en Trafalgar y el largo conflicto contra el invasor napoleónico. Una contienda que fue devastadora y que, a pesar de completarse en 1814 con la expulsión de los franceses por la frontera pirenaica, dejó al Ejército español muy deteriorado. A ésto se le añadía una Marina de guerra casi inexistente. Era el momento de recomponer las estructuras de poder y sus instituciones, ya a las órdenes del rey Fernando VII, pero lo primero que hizo fue derogar la Constitución de Cádiz. Por tanto, ésta continuaría siendo una época muy complicada, donde el Cuerpo Batallones de Marina, antecedente del actual Cuerpo de Infantería de Marina, objeto de este documento, se vería inmerso en un sinfín de reformas, reorganizaciones y campañas militares, tanto en la península como en ultramar.

Este Cuerpo de Batallones de Marina, que con tanta valentía había luchado tanto por mar en la batalla de la Poza de Santa Isabel (1808), como por tierra en todas las campañas desde Bailén a Tolosa integrado en divisiones del Ejército, al finalizar esta Guerra de la Independencia estaba organizado en seis regimientos. Los tres primeros en el Departamento Marítimo de Cádiz, dos en el de Cartagena y uno sólo en el de Ferrol.

Reconocimientos y recompensas bajo Fernando VII

La participación de los Infantes de Marina fue tan distinguida en esa guerra, que el nuevo rey, mediante la Real Orden de 15 de octubre de 1815, decretó que todos, independientemente de su función y rango, ostentasen las sardinetas de los granaderos en las bocamangas. Así quedaban señalados como miembros de compañías de preferencia. Distintivo que hoy en día se sigue portando en el uniforme. Además, el sentimiento por estas Tropas de Marina resultó ser tan señalado que, en la Memoria sobre el estado de la Marina del 31 de mayo de 1816, el ministro de Marina José Vicente Vázquez Figueroa le decía al rey que la Infantería de Marina había hecho

[…] un servicio extraordinario de guarnición en los puestos que le corresponde. Se ha empleado en patrullar y evitar desórdenes, y ocupa incesantemente en el servicio la escasa fuerza numérica a que está reducido. Pero no sólo no ha sido posible remediar su desnudez, sino que aún el socorro diario lo han percibido con veintitrés días de atrasos, ocurriendo muchas veces entrar de guardia con sólo el pan […].

Porque en esas fechas, a pesar de la precariedad, sus hombres seguían cumpliendo fielmente sus cometidos, y demostraban que no sólo eran capaces de luchar contra el enemigo, sino también ante la miseria.

Primeras reorganizaciones. La Brigada Real de Marina

Pero todos esos reconocimientos no pudieron evitar que, pese a que en los territorios españoles en América se estaban librando las guerras de emancipación, su única misión volviera a ser la defensa de bases y buques, como justo un siglo antes, enfrentándose el Cuerpo a su primera reducción orgánica. Según la Orden Ministerial de 15 de febrero de 1817, se pasaba de seis a tres regimientos. Uno en cada Departamento marítimo. La segunda llegaría en febrero de 1823, al poco tiempo de haberse distinguido de nuevo “pie a tierra” en el puente de Armentia contra los Cien mil hijos de San Luis que traían el absolutismo, estableciéndose tan sólo cuatro batallones: dos en Cádiz, uno en El Ferrol y otro en Cartagena.


Reconstrucción del escudo de la Brigada Real de Marina según la R.O. de 21.05.1827 (Juan José Erce Montilla)

Así hasta el año 1827, que comenzaría con un hecho de enorme importancia para la historia del Cuerpo. El Real Decreto de 7 de enero creó la Brigada Real de Marina tras fusionar la Infantería y la Artillería de Marina. Esta brigada estaba compuesta solamente por tres batallones, recuperándose de nuevo los oficiales propios. Su configuración se basaba en que en los combates navales ya tenía más importancia el cañón que el fusil, al ser los enfrentamientos a mayores distancias, por lo que todos sus miembros eran instruidos en ambas armas. Una organización donde ya no se contemplaba la figura del granadero, por lo que esta fecha se considera la de su desaparición definitiva.

La Primera Guerra Carlista y la corbata morada

Con esa estructura se llegaría hasta la Primera Guerra Carlista, provocada después de que Fernando VII derogara la ley sálica para nombrar reina a su jovencísima hija Isabel, ocasionando la ira de su tío Carlos María Isidro. Esta guerra civil duraría casi siete años, y debido a las necesidades de esta campaña, el Cuerpo tendría que ser aumentado hasta a cinco batallones. En esta contienda los Infantes de Marina volvieron a destacar en todos los frentes, como muestran los veinte que fueron recompensados con la Cruz sencilla de 1ª clase de San Fernando. Una de sus acciones más relevantes sería la del desembarco en Portugalete y Luchana de las Navidades de 1836.

Aun así, terminado este conflicto, en 1841 la Marina cedió al Ejército tres batallones, refundándose con ellos el regimiento Asturias. Los dos que quedaron seguirían prestando sus servicios embarcados en los buques. Pero paradójicamente, a pesar de la enorme reducción de efectivos de aquella época, sería una compañía de Infantería de Marina la que, en 1843, desplegaría en la Estación Naval de Guinea, siendo la única fuerza militar permanente en la zona.

Otro momento histórico para el Cuerpo se produjo cuando, tras ampliarse ese mismo año el uso de la bandera rojigualda para toda la nación, se permitió que aquellas unidades militares que por privilegio usaban el pendón morado de Castilla, pudieran incorporar a sus nuevas banderas unas corbatas de ese color. Tal fue el caso de los batallones de Infantería de Marina, cuyas corbatas moradas aún hoy se siguen ostentando.

La Segunda Guerra Carlista. Nueva organización

En 1846, Carlos María Isidro abdicó sus derechos en su hijo Carlos Luis, quien se levantó también contra su prima Isabel. En este conflicto el Cuerpo nuevamente reforzó las dotaciones de los buques implicados. Finalizado éste, el 22 de marzo de 1848 se volvió a recuperar a la Infantería de Marina como arma independiente de la Artillería, aunque todavía integradas en un único Cuerpo. Su organización fue un poco singular ya que, debido a las necesidades estratégicas de la época, las dieciocho compañías con las que contaba estuvieron distribuidas diez en San Fernando, seis en El Ferrol y dos en Cartagena, formando los que se denominaron primer, segundo y tercer batallón respectivamente.

Primeras campañas extrapeninsulares

Los miembros de estos batallones fueron los que participaron al año siguiente en la restauración del papa Pío IX en el Vaticano, integrados en la División Naval del brigadierJosé María de Bustillo, distinguiéndose en la toma de la localidad de Terracina. Por el conjunto de esta operación se les otorgó la corbata colectiva de la Orden Piana, recompensa que portan las banderas de los actuales Tercios del Sur, del Norte y del Levante.

 Bendición de Pío IX de las tropas españolas en Gaeta (Víctor Adam. Museo del Prado)

En 1851, para terminar con los piratas que saqueaban con impunidad las islas del sur del archipiélago filipino, el gobernador español en las Filipinas quiso realizar una expedición de castigo. Para ello organizó un contingente militar, en el que se incluyeron los Infantes de Marina allí destinados, y que se reforzó con los indígenas que se alistaron en grandes cantidades. Con gran resistencia se destruyeron ocho fuertes y se capturaron más de doscientos cañones, lo que consiguió pacificar toda la zona.

A partir de aquí, los movimientos revolucionarios en ultramar se convertirían en una constante para la Corona española, motivo por el que se enviaron  istintas unidades provisionales del Cuerpo a todos aquellos territorios. En una de esas campañas, en Cuba, sería nombrado “benemérito de la Patria” un jovencísimo teniente llamado Joaquín Albacete Fuster, quien luego sería uno de los Infantes de Marina más importantes de este periodo.

El Real Cuerpo y las banderas moradas

Mediante el Real Decreto de 6 de mayo de 1857, el ministro de Marina Lersundi suprimió definitivamente las brigadas de Artillería, organizando la Infantería de Marina en cinco batallones con un marcado carácter expedicionario. Los batallones primero y cuarto quedaron basados en Cádiz, el segundo y el quinto en Ferrol y el tercero en Cartagena.

También ese año se volvió a recuperar oficialmente el color morado para las banderas, las cuales como se ha visto, desde catorce años antes tenían la orden de ser rojigualdas. Su diseño se definió en el Estado General de la Armada: «Las banderas de este Cuerpo son moradas con el escudo entero de las armas reales en medio, y cuatro anclas, una en cada extremo. En ellas se arropan dos de los caracteres propios más queridos y defendidos por el Cuerpo: su derecho a ser reconocido como Real Cuerpo de Infantería de Marina y el ser considerado como Tropa de Casa Real».

 Bandera Morada del Cuerpo (Museo Naval)

América, Cochinchina y África. Las Medias Brigadas

En el año 1858 de nuevo se envió un batallón provisional a Cuba para reforzar la seguridad de La Habana, ante los movimientos insurgentes que se estaban produciendo. A la vez, ese mismo año, tras el asesinato de misioneros europeos en la Cochinchina, actual sur de Vietnam, España y Francia se aliaron para realizar una expedición de castigo con una docena de buques y miles de hombres. La misión de esta flota, mientras ascendía el río Turana, fue bombardear los fuertes del Imperio de Anam para luego tomarlos con columnas de desembarco de las Infanterías de Marina española y francesa. En febrero del siguiente año se repitió la misma acción en el río Saigón, conquistando la ciudad del mismo nombre tras varios meses de asedio. Esta campaña sería el inicio de la colonización francesa de Indochina. España, en cambio, prefirió no aumentar su presencia en los territorios asiáticos.

 Captura de Saigón 1859 (grabado de M.L. Roux)

Con la intención de que fuera todavía más operativa, mediante el Real Decreto de 13 de abril de 1859, el ministro de Marina José MacCrohon volvió a organizar la Infantería de Marina y formó tres medias brigadas, una en cada Departamento Marítimo, más dos compañías indígenas en Filipinas.

Y mientras esto ocurría en América y Asia, en el norte de África también empezaban a producirse asaltos contra los intereses españoles. Para combatirlos, en diciembre de 1859 se envió una potente fuerza expedicionaria a Ceuta, compuesta por 35.000 hombres al mando del general Leopoldo O´Donnell. A ellos se incorporaron dos batallones de Infantería de Marina. Esta expedición estuvo apoyada por una flota de sesenta buques que llevaban también a bordo unidades de Infantería de Marina para formar columnas de desembarco. El 1 de enero de 1860, mientras los regimientos españoles recorrían el valle de los Castillejos, fueron atacados por los 20.000 guerreros de Muley el-Abbás. Desde la mar la escuadra comenzó a cañonearlos, lo que les obligó a huir a los bosques de la Casa del Morabito. Hacia ellos se dirigió la división del general Juan Prim, mientras el capitán de fragata Miguel Lobo atacaba el flanco izquierdo con varias guarniciones de Infantería de Marina desembarcadas de los buques, atrapando entre dos fuegos a los rifeños y garantizando que quedase libre el camino hacia el sur. Una vez tomada Tetuán, el 23 de marzo tuvo lugar la batalla de Wad-Ras durante el avance hacia Tánger. En esta operación el 6º Batallón de Infantería de Marina operó en la vanguardia de los Cazadores de África, destacando ocho Infantes de Marina que fueron condecorados con la Cruz sencilla de 1ª clase de la Orden de San Fernando. Esta victoria pondría fin a esta guerra, ampliando España sus límites en África y recuperando la provincia pesquera de Ifni, un territorio que, aunque era español desde la fundación en 1476 de Santa Cruz de la Mar Pequeña, llevaba décadas abandonado.

Escena de la Guerra de África (José Cusachs)

Mientras, en el Caribe, a la complicada situación que se vivía en Cuba y Puerto Rico, se unió la revuelta generada en 1861 en la República Dominicana tras la firma del documento donde el presidente Pedro Santana revertía a la nación dominicana al estado anterior con España. Su propósito era quedar protegerla ante futuras invasiones haitianas, pero su pueblo no lo admitió. Allí, a las Antillas se enviarían dos batallones más de Infantería de Marina, que poco después serían incluidos en la expedición del general Prim a Veracruz, en el cercano México.

La Guerra hispano-sudamericana

Como represalia al asesinato de un español en la hacienda peruana de Talambo el 4 de agosto de 1863, España ocupó las islas Chincha. Esto provocaría que, tras aliarse Perú, Chile, Ecuador y Bolivia, comenzaran un nuevo conflicto contra su antigua metrópoli. Los combates navales de Papudo y Abtao fueron los dos más importantes de esta guerra, la cual finalizó tras el bombardeo de los puertos de Valparaíso en Chile y de El Callao en Perú por la escuadra de Méndez Núñez, el 31 de marzo y el 2 de mayo de 1866, respectivamente. En todas esas acciones destacaron por su eficacia los Infantes de Marina de las guarniciones de los buques, lo cuales fueron felicitados por sus comandantes.

Nueva independencia de la República Dominicana

De forma paralela, también se estaba llevando a cabo la Guerra de la Restauración Dominicana, desde que el revolucionario Santiago Rodríguez izara su bandera en el cerro de Capotillo. Allí combatieron tres batallones de Infantería de Marina dentro del Ejército de operaciones en Santo Domingo, desplegados en Montecristi, Samaná y Puerto Plata. En la batalla de Puerto Balandro se distinguió el cabo de Infantería de Marina Antonio Rosado Aruela, quien en un combate cuerpo a cuerpo dio muerte a uno de los principales cabecillas, apoderándose de su sable. Finalmente, tras dos años de lucha, la Corona española decidió que no le merecía la pena ese esfuerzo en recursos y hombres, y ordenó la evacuación del personal español de la isla de la Española. La República Dominicana volvía a ser independiente.

Nueva reestructuración del Cuerpo y la Gloriosa

En el Real Decreto de 20 de septiembre de 1865, el ministro de Marina Juan de Zavala redujo el Cuerpo de Infantería de Marina y lo dejó solo con cinco batallones tras eliminar el sexto. Tres años después, la Marina de guerra destinada en Cádiz inició la revolución conocida como la Gloriosa el día 13 de septiembre de 1868, ocasionando que Isabel II enviara al ejército del general Manuel Pavía hacia Andalucía para sofocarla. El enfrentamiento contra la columna rebelde de Prim, Juan Bautista Topete y Francisco Serrano, donde iba incluida toda la Infantería de Marina del Departamento gaditano, se produciría en Córdoba en el puente de Alcolea, no pudiéndose evitar la llegada de los revolucionarios hacia Madrid. Esto ocasionó que la reina se exiliara al extranjero, comenzando en España lo que se conoció como el Sexenio Democrático y el efímero reinado de Amadeo I de Saboya, primer rey de España elegido por un parlamento.

La Guerra de los diez años, los regimientos y el motín de Cavite

El 10 de octubre de 1868 se produjo en Cuba el Grito de Yara, que dio comienzo a la primera Guerra de Cuba, o de los diez años. Para hacer a la Infantería de Marina más interoperable con el Ejército, el ministro de Marina Topete organizó a la Infantería de Marina en tres regimientos, el primero en San Fernando, el segundo en Ferrol y el tercero en Cartagena. Enviaron a todo el regimiento ferrolano a esa Guerra de Cuba, el cual permaneció allí toda aquella década.

Además, en ultramar se organizaron dos compañías en Guinea Ecuatorial, una compañía en el apostadero de La Habana y dos batallones de tropa indígena en Filipinas. Estos soldados filipinos serían los que se amotinarían el 20 de enero de 1872 en el fuerte de San Felipe de Cavite al grito de “¡muera Castilla!”, pasando a cuchillo a una decena de Infantes de Marina peninsulares. Este motín, sin embargo, no tendría éxito, al conseguir los Infantes de Marina del Arsenal rendir a los rebeldes tras asaltar el fuerte con dos cañones desembarcados de los buques. Tras esto comenzaría la creación de la Liga filipina, con claras aspiraciones independentistas.

La isla de Joló y la Tercera Guerra Carlista

El 11 de febrero de 1872 una escuadra de trece buques españoles, con toda la Infantería de Marina disponible en Filipinas, ejecutaron otra operación de castigo sobre la base principal de la piratería que operaba en el archipiélago, situada en la isla de Joló. Después de que la fuerza de desembarco destruyera los fortines de los piratas, en un rápido avance capturaron una gran cantidad de prisioneros, pacificándose de nuevo toda aquella zona.

Mientras, en la península ibérica, el 21 de abril de 1872 se volvieron a levantar en armas los partidarios del duque de Madrid, Carlos de Borbón, biznieto de Carlos María Isidro y sobrino de Carlos Luis, los anteriores dirigentes del carlismo, comenzando la Tercera Guerra Carlista. Además, el 10 de octubre de 1872, más de dos mil republicanos gallegos tomaron el Arsenal de El Ferrol y proclamaron la República. Contra ellos se enfrentó el 2º batallón del 3er Regimiento de Cartagena, que se encontraba allí destacado porque el regimiento ferrolano estaba todavía al completo operando en Cuba. Este batallón recibió la orden del gobernador militar de la ciudad de asediar el Arsenal, con lo que consiguieron la rendición de los insurrectos una semana más tarde.

La Primera República y el cantonalismo

Aun así, el 10 de febrero de 1873 el rey Amadeo I renunció al trono y un día después se proclamó la Primera República. Cuatro meses más tarde, los conocidos como los “intransigentes” abandonaron las Cortes alegando que no se estaba desarrollando la revolución radical que ellos esperaban, exhortando a la inmediata formación de cantones en pueblos y ciudades para asegurar la federalización del país. De esta manera fueron bastantes los cantones que se establecieron por toda nuestra geografía. Las fuerzas de Infantería de Marina participarían de diversas maneras en este nuevo conflicto. Mientras que las de Cartagena se levantaron en defensa de su Cantón, tal como registraron los periódicos […] ya se cuenta con la inexpugnable Cartagena con todos sus castillos, arsenales, parques, escuadra blindada, milicia ciudadana, marinería, un batallón de Infantería de Marina, el regimiento de Infantería Iberia, un batallón de movilizados y otras facciones […], las de Cádiz permanecieron afines al gobierno, participando en la represión del movimiento cantonal gaditano que había impulsado entre su población el alcalde Fermín Salvochea, como también reflejó la prensa […] secundando el movimiento iniciado en Cartagena, Sevilla y otras poblaciones, se proclama un Cantón Federal en Cádiz, libre e independiente […]. Finalmente, a lo largo de los meses siguientes esta corriente cantonalista sería totalmente suprimida, en algunos casos con bastante dureza, razón por la que muchos Infantes de Marina cartageneros serían condenados por rebelión.

La campaña de Somorrostro

Mientras, la Tercera Guerra carlista todavía continuaba en el norte de España. Allí el autoproclamado Carlos VII quiso tomar alguna plaza importante para debilitar a la República y, mediante chantaje, imponer de nuevo una monarquía absoluta personalizada en él mismo. Tras valorar varias opciones, el 21 de enero de 1874 se decidió asediar la ciudad de Bilbao con un total de 12.000 hombres y 8 cañones, ya que se consideraba más fácil de defender gracias a su ría y a las dos cadenas montañosas que la rodean.  

Asalto a San Pedro Abanto (Sala de Banderas del Cuartel de Batallones)

Para levantar este asedio, el gobierno mandó al Ejército del Norte, al mando del general Domingo Moriones, compuesto por 22.000 hombres y 24 cañones. En él estaba incluido el 2º batallón del 1er Regimiento de Infantería de Marina de San Fernando, del teniente coronel Joaquín Albacete Fuster. El 24 de febrero las fuerzas liberales atacaron las laderas del monte Montaño, núcleo principal del enemigo, siendo brutalmente rechazados, motivo por el que Moriones fue sustituido por el propio Presidente del gobierno, el general Francisco Serrano. El 24 de marzo, después de aumentar a casi el doble el número de cañones y soldados, y tras descartarse un desembarco en la margen derecha de la ría como se hizo en la Primera Guerra carlista, se inició un asalto a través del valle de Somorrostro. El objetivo principal fue la fortificada población de San Pedro Abanto, situada justo en medio de la línea carlista. Tras tres días de tremenda lucha, se cuenta que el teniente coronel Albacete Fuster se presentó al general Serrano y le dijo: «Excelencia, me permito presentarle mi decidido compromiso para entrar con mi batallón en San Pedro Abanto», ordenándole el general ir en vanguardia del Cuerpo de Ejército del general Primo de Rivera. Tras conquistar el caserío de Murrieta, en una brillante carga a la bayoneta en la noche del 27 de marzo, el pueblo fue tomado, cayendo un tercio de ese batallón de Infantería de Marina. Por esta acción heroica, se le concedió a esta unidad la Cruz Laureada de San Fernando colectiva, condecoración que hoy sigue portando en formato corbata la bandera de su unidad heredera, el Tercio del Sur. Al mes siguiente, el 28 de abril, tuvo lugar la última batalla de Somorrostro en el collado conocido como el “Paso de las Muñecas”, la cual fue la definitiva para conseguir levantar el sitio de Bilbao. Ahí demostraron su valía las fuerzas del 3er regimiento de Infantería de Marina de Cartagena, al mando del teniente coronel Manrique de Lara, dándose por finalizada esta cruenta campaña.

La Restauración borbónica y la pacificación

El 29 de diciembre de 1874, con el pronunciamiento del general Martínez Campos se restauró la monarquía de los Borbones, personalizada en el rey Alfonso XII, hijo de Isabel II. Una de sus primeras decisiones fue terminar de una vez con los dos conflictos que aún estaban en curso, el carlista y el de Cuba. Una guerra cubana donde estaba participando eficazmente una curiosa unidad del Cuerpo, denominada extraoficialmente “Caballería de Marina”. Ésta estaba formada por unas guerrillas montadas que se empleaban para golpes de mano, así como para tareas de reconocimiento o de protección de las columnas a pie, y que daban un resultado extraordinario.

Soldado de la Caballería de Marina (Oficina Conservación Histórica de la IM)

Con respecto a la contienda carlista, el 5 de julio de 1875 se produjo el ataque definitivo a la localidad de Cantavieja, donde se encontraba el Cuartel General del enemigo. Allí se distinguiría valientemente el 1er batallón del 1er regimiento de Infantería de Marina, cuyo teniente coronel, Segundo Díaz de Herrera, murió al frente de sus hombres tras tomar parte activa en el asalto final. La conquista de este punto crítico ocasionó que se desmoronara poco a poco todo el frente, hasta que, en febrero de 1876 finalizaba esta cruenta guerra civil tras la huida de Carlos VII por los Pirineos. 

Y en relación a Cuba, poco después de que el Inspector General del Cuerpo, el mariscal de campo José María Montero y Subiela, enviara un séptimo batallón de Infantería de Marina para reforzar al regimiento que operaba en Cuba desde hacía ya casi una década, el 10 de febrero de 1878 se firmó la Paz de Zanjón en la que los insurrectos mambises reconocían al gobierno de Madrid como máxima autoridad en la isla, finalizando así también esta guerra.

La Guerra chiquita

Pero la paz en Cuba no duraría mucho, ya que el 26 de agosto de 1879, un tal Calixto García volvió a alzarse en armas, comenzando así de nuevo las confrontaciones en un conflicto que se conoció como la Guerra chiquita. Al sector de Guantánamo y Matanzas se enviaría a la Media Brigada de Operaciones del coronel de Infantería de Marina Sáez de Miera. El episodio más brillante en este conflicto para el Cuerpo sucedió en el mes de marzo de 1880, cuando la compañía del capitán Manuel Puyou Dávila resistió durante tres días en la Loma de la Doncella el incesante ataque de un enemigo muy superior. Sería recompensado con la Cruz Laureada de San Fernando individual porque, a pesar de tener dos heridas muy graves, continuó dirigiendo con brío la defensa, mientras animaba con su ejemplo a los suyos y rechazaba todas las peticiones de capitulación. En el mes de septiembre de ese mismo año todos los dirigentes mambises fueron derrotados, finalizando así esta segunda guerra cubana.

Manuel Puyou Dávila (Oficina Conservación Histórica de la IM)

La Academia General Central y la reforma de 1882

Paralelamente, se produjo en el Cuerpo otro hito de enorme importancia cuando el propio rey Alfonso XII inauguró en San Fernando la Academia General Central el 29 de octubre de 1879, lo que suponía que la Infantería de Marina contaba con un centro de formación específico donde unificar todos sus estudios, mejorándose así en calidad. Su primer director fue precisamente Joaquín Albacete Fuster, ya con el empleo de coronel.

Joaquín Albacete Fuster (Mundo Naval Ilustrado)

El Cuerpo conocería en esos años uno de sus momentos más importantes tras la reforma del 26 de junio de 1882 del ministro de Marina Francisco de Paula Pavía, llamada precisamente “reorganización de la Infantería de Marina”. En ella se amplió su entidad hasta tres brigadas de dos regimientos, una en cada Departamento Marítimo. Tenían una configuración parecida a las del Ejército, por si, como se describía en la “triple” misión dada en este documento, debían operar integradas en sus unidades: «reforzar las guarniciones de los buques al número necesario para llevar a cabo desembarcos y demás operaciones militares sobre las costas; guarnecer los Departamentos y Arsenales; y concurrir, si necesario fuera, a operaciones con las fuerzas del Ejército, bien en ultramar o en la península».

Las islas Carolinas

Ante la evidente intención de los imperios alemán y británico de apoderarse de las islas Carolinas, el 19 de enero de 1885 se decidió establecer una guarnición fija de Infantes de Marina en aquellos remotos territorios del Pacífico español. Por desgracias, no serían bien acogidos por sus habitantes, acostumbrados a que desde su descubrimiento nunca hubiera existido allí ocupación militar alguna. El hecho más trágico se produciría el 3 de julio de 1887, cuando en la ciudad de Santiago de la Ascensión se sublevaron violentamente los indígenas, asesinando al gobernador español y a todos los Infantes de Marina de la guarnición. Tras tener noticias de esta crueldad, el gobierno volvió a ocuparla por la fuerza, enviando desde Filipinas una mayor expedición de entidad superior que, además de reconstruir todo lo que se había destruido, levantó un sólido fortín que hoy se conoce como el Spanish Wall. A partir de ahí el archipiélago viviría en paz, a excepción de algunas escaramuzas con los insurgentes canacos, donde la más importante fue la que desembocó en la batalla de Metalanim, de algunos años más tarde, donde los Infantes de Marina se distinguieron en la conquista de las fortificaciones de Ketán, apoyados desde la mar por los buques de la Armada.

Rivas Pérez

En la madrugada del 1 de noviembre de 1885, el soldado de Infantería de Marina José Ramón Rivas Pérez, mientras estaba de centinela dentro del Arsenal de Cartagena, fue atacado por catorce individuos de ideología republicana. En el forcejeo fue herido de gravedad, pero su actuación impidió la toma del Arsenal, una instalación clave en los planes de los asaltantes. Por su heroica conducta, y por el valor con el que defendió su puesto, fue recompensado con la Cruz Laureada de San Fernando individual.

Soldado Rivas Pérez (Oficina Conservación Histórica de la IM)

Más privilegios y nuevas reformas

Tras la prematura muerte de Alfonso XII el 25 de noviembre de 1885, comenzó la regencia de María Cristina. Esta reina firmaría la Real Orden de 9 de marzo de 1886, donde se le concedió a la Infantería de Marina los privilegios de […] ocupar en campaña el puesto de mayor peligro, el de extrema vanguardia en los avances y el de extrema retaguardia en las retiradas; ir a la cabeza de las columnas de desembarco, cubriéndolas con sus guerrillas y estar siempre en la primera línea de choque […]. Parte de éstos ya estaban en uso, tras haber sido concedidos por Carlos III de resultas de la defensa del castillo del Morro de La Habana.

Pocos meses después se volvió a reestructurar el Cuerpo, mediante la reforma del ministro de Marina José María Beránger del 30 de abril de 1886. A los anteriores tres regimientos les sustituirían seis tercios formados por cuatro brigadas de entidad compañía, dos en cada Departamento. Por su parte, en Madrid se creó la Brigada de Infantería de Marina en la Corte, tras verse la necesidad de destinar allí a una unidad permanente del Cuerpo como seguridad del Ministerio de Marina, ya que hasta entonces sólo se mandaban destacamentos temporales. En Cuba y Filipinas quedó una compañía en cada Arsenal y, tras el Real Decreto de 7 de julio de 1892, se autorizaron en ultramar los llamados Batallones de Voluntarios de Infantería de Marina, dirigidos por mandos peninsulares. El más conocido fue el Batallón de Cienfuegos, que combatió heroicamente en muchos escenarios.

El 16 de febrero de 1893, un posterior ministro de Marina, el almirante Pascual Cervera, reorganizó de nuevo el Cuerpo en tres tercios, configurados otra vez según los estándares del Ejército, con seis compañías, más dos en Filipinas y una en Cuba, suprimiendo la del Ministerio.

Apenas cinco meses más tarde, el 5 de julio de 1893, el ministro de Marina Manuel Pasquín realizó otra reforma, determinando incluso la clausura total de la Academia General Central. Los tercios pasaron a llamarse de nuevo regimientos, con dos batallones cada uno. El 1er Regimiento en San Fernando, el 2º en El Ferrol y el tercero en Cartagena, más una compañía en cada Arsenal, otra para el Ministerio en Madrid, otra en Cuba y dos en Filipinas.

A pesar de estas frecuentes reestructuraciones, no puedo concluir este artículo sin reseñar el comentario que haría durante esta última década del siglo XIX el diputado de las Cortes Emilio Hediger Oliva, quien, aparte de poner en valor la existencia del Cuerpo, resumía a la perfección lo que habían vivido los Infantes de Marina en esta difícil época:

«Su actual organización o, mejor dicho, constitución, lo hacen un Cuerpo no privilegiado, sino distinguido. Es decir, como dirían militares chapados a la antigua, un Cuerpo de preferencia. Siempre listos y dispuestos para embarcar por unidades completamente organizadas para las más lejanas regiones del globo y ser los primeros de quien el Gobierno puede disponer para llevarlos a nuestras provincias ultramarinas para defender la integridad de la Patria. Desde la última organización ha adornado con más laureles sus gloriosos estandartes en África, Méjico, Cochinchina, Pacífico, Cuba y Guerra Civil, y su conducta ha sido más que apreciada en todas partes».

Así lo demostrarían poco antes de que acabara esta centuria, en los territorios españoles de Cuba, Filipinas y Puerto Rico.

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