150 AÑOS DE LA LAUREADA DEL TERCIO DEL SUR

Artículo publicado en la REVISTA GENERAL DE MARINA de julio de 2024




 

El próximo 11 de enero se cumplirá un siglo y medio de la concesión por la Real Orden de San Fernando de la Laureada colectiva al segundo batallón del primer regimiento de Infantería de Marina, durante la tercera guerra carlista. 

Una necesaria introducción. El porqué del conflicto carlista

El 3 de abril de 1830 se publicaba la Pragmática Sanción (1) donde, ante la circunstancia de que un rey no hubiera tenido ningún hijo varón que pudiese heredar su corona, se anulaba el Auto Acordado de Felipe V del siglo anterior, en el que se les prohibía a las mujeres acceder al trono de España. Lo que se conocía como la “Ley Sálica”. Documento en el que se quiso incluir un viejo texto de la Primera Crónica General de Alfonso X el Sabio, que dictaba el tradicional orden sucesorio de los reyes de Castilla (2). Una real intención que, algo más de un año antes, ya la había dejado claramente por escrito el rey Fernando VII (3).

Este monarca fallecería el día 29 de septiembre de 1833, nombrándose por tanto como reina de España a su joven hija Isabel, que contaba con tan sólo dos años de edad, y como regente a su viuda la reina María Cristina de Borbón-Dos Sicilias.

 Isabel II, niña (Museo del Prado)

De esta manera, su hermano Carlos María Isidro, que había sido el heredero hasta que esa niña nació y que se había negado a prestar juramento de fidelidad a su sobrina, quedó fuera de toda sucesión al trono. Esto provocó una gran desolación para él y una tremenda indignación entre sus admiradores, partidarios de una monarquía absoluta. Sólo dos días más tarde, ya autoproclamado como Carlos V, haría público el Manifiesto de Abrantes, donde decía conservar sus derechos dinásticos. Automáticamente estalló una cruenta guerra civil que duró casi siete años, hasta agosto de 1839, contra las fuerzas leales a la reina, de ideología liberal y llamados “isabelinos”, o “cristinos” por su madre. Popularmente ha sido conocida como la primera guerra carlista.

En septiembre de 1846, sólo siete años más tarde, y después de que el Infante Carlos María Isidro abdicase sus derechos en su hijo Carlos Luis, estalló la segunda guerra carlista al levantarse en armas contra su prima. En esta ocasión sería básicamente un levantamiento popular en distintos puntos de Cataluña, donde aún quedaban algunos grupos que aún no se habían rendido, durando apenas hasta el mes de mayo de 1849. En ambas guerras los Infantes de Marina destacaron por su actuación en todos los frentes.

La Infantería de Marina en las dos primeras guerras carlistas

Debido a las necesidades que estaba provocando el primer conflicto carlista, en febrero de 1836, el ministro de Marina Francisco Javier de Ulloa ordenó la reorganización del Cuerpo en cinco batallones de Infantería de Marina. Tres de ellos combatirían “pie a tierra” y se denominaron tercero, cuarto y quinto, quedando los otros dos, el primero y segundo, para el servicio en buques y dependencias navales. El tercer batallón se organizó en San Fernando y quedó a las órdenes del teniente coronel José Ussel de Guimbarda Ansoategui, el cuarto batallón se organizó en Ferrol y lo mandó el veterano Bartolomé Pita da Veiga Romero, y el quinto se organizó en Molina de Aragón (Guadalajara) con las compañías que el Cuerpo tenía destacadas en Madrid, y a su frente se puso a Joaquín María Vial y Vácaro. Lo que más llamó la atención en este conflicto fue el largo desplazamiento por todo el país que ejecutaron estos tres batallones de Infantería de Marina, sobre todo durante los últimos cuatro años de la guerra. Así, el tercer batallón operó en el campo de Gibraltar, en las provincias de Córdoba y Sevilla, para luego seguir combatiendo por Ciudad Real, Albacete, Badajoz, Cáceres, Toledo, Cuenca y Soria. Finalizaría la guerra nada menos que en Tafalla (Navarra), integrado en la división del general Concha. Por su parte, el cuarto batallón de Infantería de Marina comenzó participando en la batalla de la localidad coruñesa de Mellid, para después continuar su avance por todo el norte de la península hasta llegar a Bilbao, participando también en los victoriosos desembarcos de Portugalete y Luchana, a las órdenes del general Espartero. Por último, el quinto batallón de Infantería de Marina que, por ser organizado en Guadalajara dependió del Ejército del Centro, combatió en las provincias de Valencia, Tarragona, Teruel y Castellón, hasta que se consiguió la completa pacificación de la comarca del Maestrazgo. Muestra de la brillante actuación en esta guerra de los Infantes de Marina, es que diecisiete de ellos fueron condecorados con la Cruz sencilla de 1ª clase de la Orden de San Fernando (4). A pesar de ello, el Real Decreto de 29 de diciembre de 1841 traería una importante reforma en el Cuerpo, después de que el ministro de Marina García Camba cediera al Ejército estos tres batallones de Infantería de Marina que tan valientemente habían luchado y que, como habían sido costeados por el Ministerio de la Guerra, pasaban a refundar el regimiento de Infantería Asturias 31(5). De esta manera quedaron en la Armada tan sólo dos batallones, que siguieron prestando sus servicios embarcados en diversos buques de la Armada y guarneciendo los Arsenales.

La guerra terminó con el famoso abrazo de Vergara (Grabado del Museo Histórico Militar de San Sebastián)

En la segunda guerra carlista, aunque estuvo más localizada y fue más corta, también los Infantes de Marina que participaron volvieron a destacar, obteniéndose de nuevo varias condecoraciones de la Real Orden de San Fernando. (6)

La campaña de Somorrostro de la tercera guerra carlista

El 21 de abril de 1872 comenzó la tercera guerra carlista entre los partidarios del duque de Madrid Carlos VII, nieto de Carlos María Isidro y sobrino de Carlos Luis, y los del gobierno del rey Amadeo I. Esta guerra se libró sobre todo en Cataluña y el norte de España, donde se llegó a crear un verdadero Estado Carlista que tenía su base en las diputaciones forales. Como en los dos conflictos anteriores, los Infantes de Marina fueron llamados a participar dentro de unidades del Ejército, integrándose en diferentes divisiones los pertenecientes a los regimientos de San Fernando y Cartagena, ya que los de Ferrol se encontraban desplegados desde el año 1868 en el conflicto que había estallado en Cuba contra los insurrectos mambises. (7)

Tras no producirse muchos avances en los primeros compases del conflicto, y a pesar del cambio de régimen el 11 de febrero de 1873 con la proclamación de la Primera República, el pretendiente al trono quiso tomar alguna plaza importante para, mediante chantaje, imponer de nuevo una monarquía absoluta personalizada en él mismo. Después de valorar la opción de Pamplona o San Sebastián, finalmente se decidió por Bilbao, aparentemente más fácil de defender gracias a su situación geográfica. Así, tras tomar en primer lugar el paso de Olabeaga para dejar totalmente taponada la ría, la población de Portugalete y todas las alturas que rodean la ciudad, el 21 de enero de 1874 comenzó formalmente el sitio de Bilbao. La fuerza carlista del general Mendiry se organizó en dos líneas de combate en la margen izquierda del río Nervión, una en el valle de Somorrostro y la otra en los altos de Castrejana. En ambas líneas estaban desplegados unos 12.000 hombres y 8 cañones, que también tenían la misión de frenar el avance de la fuerza que sin duda pronto les mandaría el gobierno para levantar el asedio. Este Ejército fue el del Norte, compuesto por 22.000 hombres y 24 cañones, al mando del general Domingo Moriones Murillo, el cual tuvo la misión de socorrer a los bilbaínos después de tenerse noticias de que el cerco carlista empezaba ya a provocar el racionamiento de víveres entre la angustiada población. Ante esta situación, se decidió que se uniera a esa campaña el segundo batallón del teniente coronel Joaquín Albacete Fuster del primer regimiento de Infantería de Marina de San Fernando, saliendo el 27 de enero en tren hacia Santander.

Grabado de Joaquín Albacete Fuster (revista La Ilustración Española y Americana)

El día 24 de febrero de 1874, las fuerzas liberales atacaron las laderas del monte Montaño, que constituía el núcleo principal del enemigo, siendo rechazados repetidamente por las unidades carlistas, tras lo cual el general Moriones envió a Madrid un telegrama que decía: «Imposible romper la línea del enemigo. Manden refuerzos y otro general».

El general que lo sustituyó y tomó el mando de la operación para la liberación de Bilbao fue el propio Presidente del Poder Ejecutivo, el general Francisco Serrano y Domínguez, acompañado por su ministro de Marina, el almirante Juan Bautista Topete Carballo.

Tras reunir un total de 30.000 hombres y 50 cañones con incorporaciones llegadas desde toda la península, este reforzado Ejército del Norte quedó conformado por tres Cuerpos de Ejército. El primero a las órdenes del general Antonio López de Letona, el segundo a las del general Fernando Primo de Rivera Sobremonte, y el tercero a las del general José María Loma. El mencionado segundo batallón de Infantería de Marina quedó integrado en la 1ª brigada del segundo Cuerpo de Ejército. Ante ellos, el ingeniero carlista José Garín preparó una potente defensiva compuesta por cientos de zanjas y trincheras, con un Ejército algo más aumentado, que ya sumaba 15.000 hombres y 8 cañones.

En un primer lugar se planeó realizar un desembarco en la margen derecha de Bilbao, en Algorta y Luchana, tal y como había hecho el general Espartero en 1836 durante la primera guerra carlista, pero el mal estado de la mar hizo que se desechara esta operación, con lo que se volvió a iniciar un nuevo asalto por el valle de Somorrostro el día 25 de marzo.

Esbozo del plan para superar la línea de Somorrostro (Blog de Mikelatz: Hechos, anécdotas y relatos de las guerras carlistas)

Tras intentarse romper sin éxito el frente por los montes de Triano, se decidió converger con todas las fuerzas liberales hacia el centro. El objetivo principal en ese momento fue el pueblecito de San Pedro Abanto, situado en medio de la línea carlista, con el fin de partirla y dividirla. Estaba defendido por las fuerzas carlistas de los generales Ollo y Rada.

Pasados dos días de tremenda lucha, se cuenta que el teniente coronel de Infantería de Marina Joaquín Albacete y Fuster se presentó al general Serrano y le dijo: «Excelencia, me permito presentarle mi decidido compromiso para entrar con mi batallón en San Pedro Abanto». A lo que el general le contestó: «Buena suerte; la causa está en sus manos» y le ordenó ir en vanguardia del Cuerpo de Ejército del general Primo de Rivera. La batalla comenzaría al alba del día 27. Para su descripción, nada mejor que recurrir a las palabras textuales del informe que redactó el general Juan de Zavala, Jefe del Estado Mayor del general Serrano, para el Ministro de la Guerra: «Al amanecer se rompió el fuego en toda la línea, que se sostuvo no muy vivo por el enemigo. A las doce de la mañana dispuse que toda la artillería tirase sobre las posiciones de San Pedro Abanto y casas próximas, teniendo ya los generales Primo de Rivera y Loma dispuestas dos columnas de a cuatro batallones para atacar por los dos flancos, tanto la iglesia de San Pedro Abanto como las casas llamadas de Murrieta. A la una se lanzaron las columnas con ímpetu a las posiciones enemigas, de las que se rompió un vivísimo fuego de fusilería de la doble y triple línea de trincheras en las que se guarnecían los carlistas. La primera línea de Primo de Rivera, que estaba compuesta por cuatro batallones, lo hacía por la derecha. En la vanguardia iba el batallón de Infantería de Marina, protegido por los otros batallones desplegados en guerrilla».

Grabado de la batalla de Somorrostro (fuente: meisterdrucke.com)

En ese momento, el teniente coronel Albacete Fuster ordenó a sus oficiales: «¡Señores capitanes, a la cabeza de sus compañías!» dando comienzo un duro asalto a la bayoneta.

Continuando la crónica de aquel día: «La carretera ascendía en forma de ángulo hacia una decena de casas que, divididas en dos grupos, uno más alto que otro, formaban el pueblo de Murrieta. Situado a menos de un kilómetro de San Pedro de Abanto, tenían que ocuparlo para lanzar desde allí el ataque final. Resguardados por una triple línea de trincheras, tres batallones carlistas con más de un millar de soldados los recibieron con un vivo fuego de fusilería». A pesar de esa dura resistencia, la unidad empezó a subir la escarpada cota hasta conquistar el Caserío de Murrieta, en una brillante carga cuya bravura fue imposible de describir pues causó la admiración hasta del propio enemigo, los cuales dejarían escritas las siguientes letras: «...un batallón de Infantería de Marina intenta asaltar los parapetos. Los nuestros hacen una, y otra, y muchas descargas nutridísimas. Los marinos ensangrientan el suelo, pero no desmayan, y vuelven al intento. Casi quedó en cuadro el batallón, pero los que quedaban se defendían con bravura».

Se llegó a contar que fue tan difícil parar el ímpetu de la tropa, que tras mandar “alto al avance”, los Infantes de Marina siguieron persiguiendo por la ladera a los enemigos en fuga. Finalizando la crónica del general Zavala: «las tropas avanzaron, despreciando la muerte y electrizadas por el ejemplo de sus mandos, hasta las posiciones que debían ser conquistadas, tomando a la bayoneta varias trincheras carlistas y el barrio de Murrieta, importantísima posición a corta distancia de San Pedro de Abanto. Los batallones de Estella, Las Navas, Barbastro, Ramales y otros se cubrieron de gloria. El de Infantería de Marina hizo verdaderos prodigios de heroísmo. Los jefes y oficiales eran siempre los primeros en el ataque, pero ¡cuántos infelices perdieron allí su existencia, o sellaron con sangre generosa su amor a las instituciones liberales!».

Ruinas de la iglesia de San Pedro Abanto (Luis Urgelles, revista El estandarte real)

También en uno de los diarios de sesiones del Congreso de ministros quedó registrada esta acción de la siguiente manera: «…el choque fue violentísimo; cada piedra era un baluarte; cada mata, un reducto; cada arroyuelo un foso invadeable. Se perdió una casa cuatro veces. El Ejército carlista hizo justicia a aquellos heroicos y sufridos soldados cuando al verlos diezmados por la metralla paso a paso, haciendo fuego, prorrumpieron en entusiastas vivas a aquel incomparable batallón de Infantería de Marina […] y a aquellos oficiales que, con las hojas de sus sables rotas por las balas, ebrios de coraje, habían llegado casi a tapar con sus cuerpos la boca de los cañones».

Antiguo mural que existía en una pared del Cuartel de Batallones (imagen del autor)

De hecho, en esta sangrienta batalla del día 27 de marzo, cayó un tercio del batallón de Infantería de Marina, y siempre se ha dicho que de la primera compañía sólo quedaron en pie tres hombres, muriendo incluso su propio jefe al frente de sus soldados, el capitán Ramón Pardo y Pardo. Lo mismo le ocurrió al capitán Mariano Barra y Mur, que mandada la segunda. (8)

Al día siguiente, los restos de este heroico batallón de Infantería de Marina desfilaron ante toda su división del Ejército del Norte que, presentándole armas, le hizo un mudo homenaje de admiración y respeto.

Recuerdos de Somorrostro. Infantería de Marina (grabado de A. Morales de los Ríos)

Pero a pesar de ser desbordado de esta manera el Ejército carlista, fue necesaria una tercera batalla en el valle de Somorrostro para levantar finalmente el cerco en el que mantenían a la ciudad de Bilbao. Esta fue la denominada batalla del Paso de las Muñecas, que es un collado de 410 m de altitud que marca el límite entre Cantabria y el País Vasco. Sucedió el 28 de abril cuando las trincheras carlistas de Cástor de Andechaga fueron tomadas al asalto por el tercer Cuerpo de Ejército del general Concha. En él estaba también encuadrado una unidad de Infantería de Marina, el primer batallón del tercer regimiento de Cartagena, al mando del teniente coronel Manrique de Lara y Pazos. En esta acción se distinguió el capitán de Infantería de Marina José Sevillano Rodríguez, que murió en combate al frente de su compañía conquistando las posiciones enemigas del ala izquierda. El 2 de mayo las tropas liberales entraban triunfantes en la ciudad bilbaína, el asedio por fin había terminado.

La concesión de la Laureada

La actuación del batallón de Albacete Fuster fue considerada como heroica, y por ello esta unidad fue propuesta para ser condecorada con la Cruz Laureada colectiva de la Real Orden de San Fernando. Realizado el correspondiente juicio contradictorio, el texto donde el marqués de Molins permitía portar en la bandera la corbata de la Laureada, tras Real Disposición del Ministerio de la Regencia de 2 de febrero de 1875, es el siguiente: «Enterado el Ministerio-Regencia del Reino del expediente de juicio contradictorio instruido en averiguación de si el segundo batallón del primer regimiento de Infantería de Marina es acreedor a ostentar en su bandera la corbata de la Orden de San Fernando, por el mérito que contrajo en la acción de San Pedro Abanto y toma del Caserío de Murrieta el 27 de marzo último contra las facciones carlistas de las provincias Vascongadas y Navarra; y resultando evidentemente probado que dicho batallón, cuando el enemigo en el expresado día sembraba la muerte entre las fuerzas que se proponían arribar a sus importantes y disputadas posiciones, se condujo con tal arrojo y bizarría, que sin abandonar la línea de combate llegó a Murrieta, dejando tendida sobre el campo más de la tercera parte de su fuerza, por cuyo alto merecimiento se halla comprendido en el artículo 32 de la Ley de 18 de mayo de 1862, ha tenido a bien resolver, de conformidad con lo informado acerca del particular por el Consejo Supremo de la Guerra en su acordada de 22 de diciembre próximo pasado, que la citada bandera tiene derecho a la corbata de referencia». 

Desde entonces, el heredero de este primer regimiento, el Tercio del Sur, la porta orgullosamente en su bandera nacional, siendo hoy en día ésta la única Laureada que posee una unidad de la Armada. Su jefe, el teniente coronel Joaquín Albacete Fuster, sería condecorado con la Cruz al mérito militar con distintivo rojo, la cual está expuesta al público en el Museo Naval de Madrid.

Placa y banda de la condecoración concedida a Albacete Fuster (Museo Naval de Madrid)

El Cuerpo en el final de la guerra

Pero el conflicto aún continuaba, y todavía volverían a distinguirse en él más Infantes de Marina que no podemos de dejar de mencionar. El 4 de febrero de 1875, el primer batallón del tercer regimiento de Cartagena fue agregado al primer Cuerpo de Ejército que operaba en Navarra al mando del teniente general Domingo Moriones. Con esta unidad colaboraría en la ocupación del monte Izco, Monreal y la altura del Perdón, lo que permitió levantar el asedio de Pamplona.

Mientras, el heroico segundo batallón del primer regimiento de Albacete Fuster, tras un tiempo reorganizándose en el sector de Santander, volvería a Cádiz el día 28 de mayo de 1875. Allí se unirá al primer batallón del teniente coronel Segundo Díaz de Herrera, para salir inmediatamente de nuevo a campaña todo el regimiento desde San Fernando, al mando de su jefe, el coronel Adolfo Colombo Viale. El 1 de junio llegaron a Valencia para integrarse en la cuarta división del Ejército del Centro del teniente general Joaquín Jovellar.

Para acelerar el fin de la guerra, se decidió tomar de una vez la plaza principal del enemigo, la localidad de Cantavieja, en Teruel, donde se sabía que se encontraba el general carlista Dorregaray. (9) 

Debido a la importancia de este punto, los mandos gubernamentales, aprovechando la superioridad militar de sus Ejércitos, decidieron ir cercando al Ejército carlista desde las llanuras castellonenses hasta aquellos escarpados parajes. Allí se sucedería la batalla del barranco de Monlleó el 29 de junio de 1875, vital para asegurar el paso hacia Cantavieja, donde destacaría ahora el primer batallón del primer regimiento de Infantería de Marina. Despejado ya el camino a esa población fortificada, se unió el Ejército de Cataluña al del Centro, comenzándose el asedio. El día 5 de julio de 1875 se produjo el ataque definitivo, en el cual participaron los dos batallones del primer regimiento. El segundo batallón, todavía al mando de Albacete Fuster, tuvo la misión de cubrir el barranco que llevaba a Cantavieja para impedir que pudiera escapar el enemigo durante la noche del asalto, y directamente en la acción tomaría parte el primer batallón. Una vez tomadas a la bayoneta las trincheras más cercanas, y después de destruir los primeros edificios del pueblo desde donde hacían fuego los soldados enemigos, se organizó una maniobra de diversión por el flanco derecho mientras dos columnas asaltaban frontalmente. Una de estas columnas estaba compuesta por los Infantes de Marina del teniente coronel Díaz de Herrera, quien murió valientemente en los últimos momentos del asalto.

Conquistada Cantavieja, durante las semanas siguientes el regimiento continuaría la persecución de los carlistas, cubriendo la retaguardia de la división. Así participaría en las acciones de Sanahuja, Guisona y Suria, y en el asedio a Seo de Urgel, contribuyendo en la rendición de este otro bastión. Conseguida ésta, el regimiento fue ya retirado del frente y trasladado en tren a hasta Santander, para desde ahí ser transportado en el vapor Covadonga a Ferrol, donde quedaría reforzando la guarnición del Cuartel de Dolores, muy disminuida porque, como hemos dicho, el segundo regimiento estaba desplegado en Cuba.

Las sucesivas victorias de las tropas gubernamentales hicieron que se fuera desmoronando todo el frente, hasta que finalmente, en enero de 1876, se conquistara la localidad navarra de Estella. Esto es lo que provocaría que el derrotado Carlos VII cruzara apresuradamente la frontera con Francia el día 28 de febrero, justo el mismo día que el rey Alfonso XII entraba victorioso en Pamplona. La tercera Guerra carlista por fin había terminado.

Estos heroicos regimientos de Infantería de Marina irían regresando a sus respectivos acuartelamientos durante las semanas y meses siguientes, incluido el de Ferrol después de estar desplegado en Cuba casi diez años seguidos. Quedaba registrado para la posteridad el más alto cumplimiento de nuestro lema: ¡Valientes por tierra y por mar!.


Notas al pie de página:

(1)   Pragmática sanción en fuerza de ley decretada por el señor Rey Don Carlos IV a petición de las cortes del año de 1789, y mandada publicar por S. M. reinante para la observancia perpetua de la ley 2ª, título 15, partida 2ª, que establece la sucesión regular en la corona de España. Gaceta de Madrid núm. 40, de 3 de abril de 1830.

 

(2)   Su traducción del castellano antiguo sería «que el señorío del reino lo herede siempre aquel que venga por línea directa, y por eso se establece que, si no hay hijo varón, el reino lo herede la hija mayor».

 

(3)   «Así mismo es mi voluntad que, si fuera una Infanta la que dejara a mi fallecimiento o la que sobreviviera a los demás hijos míos varones, entre igualmente a suceder en los términos expresados, a pesar de lo previsto en contra por el nuevo reglamento sobre la sucesión de estos reinos que hizo mi ilustre bisabuelo D. Felipe quinto el diez de mayo de 1713, el cual anulo expresamente usando mi poder soberano».

 

(4)   El teniente coronel Ussel de Guimbarda, el comandante Antonio Fernández de Landa y los capitanes José Benito María y Ramón Santos Gómez. Los tenientes Manuel Perea Vicente, Teodoro Alemán González, Blas García de Quesada, Fernando de Murias, Antonio Tacón y Lescura, Félix Ortega Pavía, Dionisio Martínez Villaroel, Antonio García Vidal y José Moreno Daoíz y Sopranis, quien la ganaría nada menos que tres veces en las batallas de Trillo, Vall de Uxó y San Cristóbal de Alcora. Los subtenientes Luis Hernández-Pinzón Álvarez, Marcelino de Saavedra Parga Meneses y Wenceslao Valcárcel. Igualmente obtuvo esta condecoración el cabo segundo Antonio García, primero de la clase de tropa de Infantería de Marina en entrar en esta Real Orden.

 

(5)   Esta disposición dijo así: «Incorporados en el Ministerio de la guerra de vuestro cargo, según lo dispuesto en el artículo 6 del Decreto de 29 del corriente mes, los tres batallones de Infantería de Marina, como regente del Reino durante la menor edad de la reina doña Isabel II y en su real nombre, he venido a decretar que con los tres mencionados batallones se forme un regimiento de Infantería, que llevará el nombre de Asturias y será el 31 de los de su clase. Tendréislo entendido, y lo comunicareis a quien corresponda para su cumplimiento».

 

(6)          Como el subteniente de Infantería de Marina Bernardo Canals, Ayudante de Marina de Palafrugell y San Feliu de Guixols (Gerona), o el teniente de Infantería de Marina Francisco Vázquez de Castro Butler, integrado en el regimiento Asturias 31, que fue recompensado con nada menos que tres Cruces sencillas de 1ª clase de San Fernando por su heroica actuación en diversas batallas libradas en las provincias de Tarragona y Barcelona.

 

(7)          Desde la reforma del 4 de febrero de 1869 del ministro Topete, la Infantería de Marina estaba organizada en tres regimientos de dos batallones de seis compañías cada uno. El primer regimiento en San Fernando, el segundo regimiento en Ferrol y el tercer regimiento en Cartagena. Fuera de la península, existía una compañía en el apostadero de La Habana y otros dos batallones de tropa indígena en el de Filipinas.

 

(8)          En esta batalla de San Pedro Abanto también se distinguió en la sexta compañía el teniente Manuel Puyou Dávila, ascendiéndosele a capitán. Pocos años después obtendría una Laureada individual en tierras cubanas.

 

(9)          Esta localidad siempre fue de suma importancia para el carlismo, aparte de por su situación geográfica estratégica, también por encontrarse en lo alto de un cerro y estar bien fortificada, lo que la hacía prácticamente inexpugnable. En ella se encontraba el Cuartel General, una escuela de oficiales, una fábrica de municiones y un taller de mantenimiento y de reparación de armas.

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