78 AÑOS DE LA EXPLOSIÓN DE CÁDIZ: LA COMPAÑÍA DE DEFENSA PASIVA DEL TERCIO DEL SUR
Artículo publicado en el DIARIO DE CÁDIZ del 18 de agosto de 2025
Imagen aérea de la zona siniestrada (libro CÁDIZ, LA MARTIR)
Motobomba TATRA de 1938, similar a la del Tercio del Sur (MUSEO DE TAMPA BAY)
Infantes de Marina buscando supervivientes entre las ruinas (libro LA NOCHE TRÁGICA DE CÁDIZ)
Con una motobomba, varias herramientas y un valor sin límites, los infantes de marina sofocaron incendios y rescataron decenas de heridos de entre los escombros aquella noche de 1947.
En aquella fatídica noche del lunes 18 de agosto de 1947, cuando la ciudad entera se estremeció por la devastadora explosión del almacén número 1 de la Base de Defensas Submarinas de San Severiano, una unidad del Tercio del Sur de la Infantería de Marina de la Armada se lanzó sin titubeos desde San Fernando al núcleo de la catástrofe. La Compañía de Defensa Pasiva, con su motobomba y escuadras de desescombro, combatió las llamas y rescató decenas de víctimas de entre las ruinas humeantes, evitando con su arrojo un desastre aún mayor. Una tragedia, como sabemos, que se saldó con un total de 150 muertos y más de 5.000 heridos de diversa gravedad, que podrían haber sido más si no hubiera actuado tan eficazmente esta unidad.
Su participación comenzó pocos minutos después de sentirse la terrible detonación. Alertado en su cuartel isleño, el coronel Vicente Juan, comandante del Tercio del Sur, ordenó preparar el material contraincendios, las mangueras y la motobomba de esta Compañía —al mando en un primer momento del teniente Miguel Montáñez—, así como reunir a todo el personal disponible del Tercio, por si fuera necesaria su intervención.
Y así fue. Aunque entre averías mecánicas de algún vehículo, confusas órdenes de evacuación ante la amenaza de una segunda explosión, una total oscuridad y el tremendo caos generado, los hombres de esta Compañía no lograrían llegar al desolado lugar hasta bien entrada la noche.
De hecho, hasta el traslado de la motobomba fue, por sí mismo, una proeza. Por la tensión del momento y ante la urgencia de partir cuanto antes hacia Cádiz, los Infantes de Marina no dudaron en subir a brazo la pesada máquina a la caja de uno de los camiones disponibles. Pesaba casi una tonelada. Aquel tremendo esfuerzo físico permitió que fuese uno de los primeros medios contraincendios operativos en llegar a la zona, a tiempo para salvar vidas y evitar males mayores.
Tras conseguir localizar un aljibe subterráneo sepultado por las ruinas del Instituto Hidrográfico, con hachas, picos, palas y sus propias manos, la escuadra de desescombro liberó la tapa y permitió conectar dos mangueras de 50 metros. Aquella maniobra resultó decisiva para poner en servicio la motobomba y comenzar a combatir el incendio más peligroso de la noche. El agua, mezclada con emulsor, se lanzó contra el fuego que existía junto al almacén número 2, con 491 minas sin explosionar. Extinguido ese foco, la dotación apagó también las llamas de un depósito de gasolina cercano y de un vehículo ardiendo a escasos metros de las minas.
Almacén num. 2 con las minas que no llegaron a explotar (libro CÁDIZ, LA MARTIR)
La motobomba, concebida para abastecer de agua a gran presión y con capacidad de operar de forma continua durante largos periodos de tiempo, demostró su eficacia sin fallo alguno contra las llamas, soportando un uso intensivo en condiciones extremas. Su fiabilidad y la pericia de sus operadores evitaron una catástrofe de dimensiones incalculables para la ciudad. El capitán Alejandro Anguiano y el brigada Antonio Alcalde relatarían en sus informes posteriores que, además de esos incendios principales, durante cinco horas de trabajo ininterrumpido se apagaron también numerosos pequeños focos con cubos de agua, y que durante toda la mañana siguiente la compañía continuó retirando escombros de las calles para facilitar el acceso de los vehículos que se incorporaban a las labores de auxilio.
Infantes de marina retirando escombros de la calle Tolosa Latour
(libro CÁDIZ 1947, LA EXPLOSIÓN)
Mientras tanto, las nuevas secciones de Infantería de Marina que iban llegando a la zona, junto con los marineros del Cuartel de Instrucción de San Fernando, rescataban a las víctimas atrapadas bajo los escombros, evacuaban heridos hacia los hospitales y colaboraban con la Guardia Civil en dar seguridad a toda el área devastada. Esta labor, dirigida por el teniente coronel Antonio Ristori, se prolongó ininterrumpidamente durante las semanas siguientes, con relevos organizados para no agotar a la tropa.
¿Qué era la Defensa Pasiva?
Este concepto se incorporó a la doctrina militar española en 1940 tras las experiencias de la guerra civil. Su misión era, con personal específicamente adiestrado para ello, minimizar los efectos de los bombardeos aéreos sobre las ciudades utilizando tanto medios contraincendios como de rescate y auxilio a la población. En las principales unidades del Ejército y la Infantería de Marina se crearon estas Compañías, las cuales, junto con las Compañías de Defensa Activa –equipadas con ametralladoras de gran calibre para intentar derribar los aviones enemigos– estaban organizadas dentro del llamado Batallón Antiaéreo. En el caso concreto de la Infantería de Marina, había una en San Fernando, otra en Ferrol y otra en Cartagena.
Portada del manual del Ejército y distintivos de las especialidades de la Armada de Defensa Activa y Defensa Pasiva (dibujos J.J. Erce Montilla)
El ejemplo dado por esta Compañía de Defensa Pasiva es fiel reflejo del espíritu de los componentes de nuestras Fuerzas Armadas, que no hace mucho han vuelto a demostrar en otros desastres de fechas más cercanas: profesionalidad, serenidad y entrega total al auxilio de los damnificados.
Banderín y uniforme de campaña gris de la Infantería de Marina recientemente donado por el Tercio del Sur al Museo de la explosión (ARMADA)
En Cádiz, durante la noche más trágica de su historia reciente, estos Infantes de Marina –en su mayoría jóvenes anónimos que cumplían el servicio militar obligatorio, muchos de la provincia y el resto de distintos puntos de la geografía nacional– escribieron una desconocida página de honor en la historia de la ciudad, al arriesgar voluntariamente sus vidas, sin temor al peligro, para socorrer a la castigada población gaditana.
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