PRÓLOGO CUADERNO DEL REBALAJE Nº 69
Prólogo del CUADERNO DEL REBALAJE Nº 69 extraordinario y conmemorativo de diciembre de 2025
Pocas cosas reconfortan tanto como la confianza renovada de un camarada de la mar. De nuevo, Fernando José García Echegoyen me ha pedido que prologue una obra suya, un reto que vuelvo a aceptar con gratitud. Es todo un honor. En esta ocasión nos presenta un episodio protagonizado por el buque alemán Gneisenau, cuando en un fatídico día del mes de diciembre del año 1900, se enfrentó a un feroz temporal de levante que lo hundiría ante el espanto de decenas de malagueños. Uno de los naufragios más impresionantes que hayan ocurrido jamás en la costa andaluza, fruto del mal tiempo, de un capricho del destino y también, por qué no decirlo, de malas decisiones.
Una tragedia que puso a prueba tanto a los rudos marinos germánicos como al siempre generoso pueblo español, que respondió con un heroísmo y una entrega que traspasó fronteras. Un sacrificio que impulsaría a la Corona a concederle a Málaga, por Real Decreto, el título de “Muy Hospitalaria” que todavía hoy se muestra en su escudo, como recuerdo imborrable de aquel derroche de valentía y solidaridad. Inevitablemente, cada vez que estudio un naufragio como éste, no puedo dejar de sentir en mi piel el frío de la tormenta, la oscuridad de la noche, la temible humedad y el pánico que atenaza a quien lucha por sobrevivir entre las olas. Tanto es así que, mientras leo las páginas que tiene usted ahora entre sus manos, en mi cabeza no deja de resonar una y otra vez, siempre me pasa, esa frase que figura en una placa junto a la puerta de la capilla de la Escuela Naval Militar, y que se me quedó grabada siendo guardiamarina: «El que no sepa rezar, que vaya por esos mares, verá que pronto lo aprende sin enseñárselo nadie». No puedo resistirlo.
Aquel que se ha encontrado alguna vez en una situación difícil en la mar, envuelto en su negra inmensidad, la entiende sin necesidad de que nadie tenga que explicárselo. Porque el mar es una verdadera lección de humildad, seas o no creyente. Navegando, pronto uno comprende la pequeñez del ser humano ante la naturaleza. Sin duda, esta frase resume perfectamente el espíritu de la tragedia que el autor nos relata. Tras una minuciosa investigación, como nos tiene acostumbrados, y la recopilación de interesantes imágenes, algunas inéditas, Echegoyen vuelve a regalarnos un trabajo que combina la precisión del estudio con la emoción de quien ha sentido la fuerza del océano en muchas ocasiones.
Esta obra es más que un ejercicio de memoria, es un acto de gratitud hacia aquellos que son capaces de dar su vida por los demás. Los nombres, los testimonios, las fechas y las imágenes aquí reunidas conforman un mosaico de valor, compasión y fraternidad que honra tanto a los caídos como a los rescatadores.
En definitiva, este documento es mucho más que una crónica histórica: es un homenaje a la memoria, a la solidaridad humana y al espíritu de quienes luchan contra la adversidad. Como marino y como lector, me emociona comprobar que el ejemplo de aquellas personas solidarias y el coraje de quienes se enfrentaron a la catástrofe, siguen vivos en estas páginas, recordándonos la dignidad humana frente al infortunio. Por todo ello, me enorgullece profundamente acompañar con estas líneas este trabajo de mi camarada Echegoyen, un marino íntegro, curioso y noble, que ha hecho de la mar su vocación y de la historia su compromiso.
Gracias, Fernando, por permitirnos honrarlos a través de tus palabras.

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